Francisco Javier Aguirre.- Ese es el logro indudable de la obra de Philippe Blasband, Nathalie X´que se estrenó anoche en el Teatro de las Esquinas.Cristina Higueras y Mireia Pàmies, con el imprescindible acompañamiento del violonchelo interpretado en escena por Marina Barba, construyen un soberbio drama que hace estallar sobre el escenario el conflicto íntimo de una mujer, la cantante de ópera Sonia, recién divorciada de su marido, un músico llamado Lucas, que la ha tratado de anular psicológicamente.
Una energía brutal la induce a buscar la manera de vengarse de él. Para ello contrata los servicios de una prostituta de lujo, Nancy, a la que paga espléndidamente para que seduzca su exmarido, con la condición de que le cuente a continuación en detalle el contenido de todos sus encuentros, tanto los ritos sexuales como los demás.
La acción se desarrolla, con una potencia sorprendente, en sucesivas entrevistas que se enlazan a través de la música del violonchelo, creada por la propia intérprete, que personifica al hombre ausente en el escenario pero presente en la vida de ambas mujeres. Nancy se hace pasar por una secretaria, de nombre Nathalie, que satisface todas las fantasías eróticas del varón. La relación con él, guiada en buena medida por Sonia, llega al punto de que el músico se enamora de la joven y le propone matrimonio.
Lo que ocurre a continuación es digno de ser contemplado en directo. El resultado del acuerdo al que han llegado las dos cómplices, y su tenso desarrollo, revela la enorme complejidad del alma femenina, capaz de distribuir una misma energía emocional en dos monedas contrapuestas: el amor y el odio.
Los efectos de este arriesgado experimento serán positivos para ambas mujeres y un premio a su capacidad de enfrentarse a las situaciones adversas de las que han resultado víctimas.
Hay momentos en el drama de una intensidad inusitada, derivada tanto de la violencia de los sentimientos como del poderío de la música. También se encuentran breves espacios de alivio, provocados por un humor ácido, cuando no declaradamente amargo. Los espectadores quedan atrapados por la intensidad de la trama y por la vibración interpretativa de las dos actrices.
Carlos Martín, que dirige la obra, demuestra haber entendido en profundidad el texto, traducido con elaborada precisión por José Ramón Fernández. La iluminación es un elemento clave en el trayecto del drama, y los demás recursos escénicos contribuyen a lograr una obra redonda, que causa un enorme impacto en el espectador.
Francisco Javier Aguirre