Trumbo (Yo soy Espartaco)

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Fernando Gracia./    El género biográfico, “biopic” habrá que decir, ya que la expresión anglófila parece haberse impuesto, es uno de los más transitados de la historia del cine. En su afán didáctico, los directores acostumbran a no arriesgar estilísticamente, atendiendo más a “la letra” que a “la música”. Algo así ocurre con Trumbo, esta aproximación a la vida del que fuera famoso guionista perseguido por el macarthysmo, que ahora nos llega.

Los exhibidores españoles han añadido al título la frase “La lista negra de Hollywood”, no fuera el caso de que buen número de potenciales espectadores no tuviera muy claro sobre qué se estaba hablando. Hasta podría alguno pensar que al igual que con la reciente “Truman” se refirieran a un perro u otro animal doméstico.

El director, Jay Roach, de antecedentes artísticos poco estimulantes –ha dirigido, entre otras, algunas de la serie Austin Powers- narra la vida de Dalton Trumbo desde el comienzo de la llamada “caza de brujas” hasta su reivindicación como guionista gracias al empeño de Kirk Douglas para que su nombre apareciera en los créditos de su “Espartaco”.

Aunque artísticamente no pase de correcta esta propuesta que ahora nos llega, debo confesar que quien suscribe pasó dos horas excelentes asistiendo a una más que entonada recreación de época, adornada por unas ajustadas interpretaciones, que en algunos casos cabría calificar de mimetizaciones, al encarnar grandes personajes del mundo hollywoodiense de la época, como John Wayne –el menos parecido de todos-, Louis B. Maýer, Otto Preminger, Edward G.Robinson o Kirk Douglas, estos últimos realmente logrados

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Trumbo (Yo soy Espartaco).

El guión narra no solo el clima de histeria colectiva que se vivió en Norteamérica entre finales de los años cuarenta y la década de los cincuenta, sino la vida cotidiana del escritor, aunque esta parte de la película tenga un interés menor y esté narrada de forma más convencional.

Para aquellos que no solo gustan sino que aman el cine y su historia, pienso que estamos en una película de obligada visión, aunque en muchos casos de buenos aficionados y por tanto conocedores del asunto tampoco van a encontrar nada especial que no sepan ya. Y si son de los que han leído el excelente libro “Yo soy Espartaco”, que Douglas escribió ya de mayor –ahora es mucho más mayor, y de hecho es el único que queda vivo-, aún encontrarán menos novedades, ya que muchas cosas que se cuentan en la película que nos llega están en el citado libro.

De hecho, en uno de los mejores momentos del filme, el actor que encarna –y le sienta como un guante la expresión- la figura del pelirrojo del hoyuelo en el mentón lanza esa exclamación propiciando de paso que el guionista pueda decir que es él y no otro quien firma esos textos.

trumbo-posterNo se ahonda en exceso en la parte que pudiéramos denominar como política, más bien se nos narra lo sucedido, cerrando la historia con una brillante intervención de concordia y unos datos complementarios que sirven bien para informar al personal.

Echo en falta una referencia al único título que firmó como director, que no fue otro que la adaptación de un viejo texto suyo, la impresionante “Johnny cogió su fusil”.
Capítulo aparte merece la soberbia interpretación de Bryan Cranston, otrora un habitual secundario, que despacha un Trumbo memorable y muy posiblemente merecedor de premios, que este año fueron para Di Caprio, por aquello de que “ya tocaba”.

También habrá que reseñar la presencia de la gran Hellen Mirren, en esta ocasión encarnando la chismosa Edda Hopper, columnista vitriólica, de militancia ultraderechista, siempre tocada con vistosos sombreros, enemiga de otra lengua viperina, Louella Parsons. Una mujer tan influyente y poderosa que incluso tiene una estrella en el Paseo de la Fama.

Lo dicho, si les gusta el mundillo del cine, sus brillos y miserias, si son algo mitómanos, van a disfrutar de la película. Y si no conocían demasiado cómo fueron aquellos años, aún mejor. Y como todo está adornado con un leve barniz de comedia aunque se estén tratando temas muy serios, todavía se les hará más digestible el producto. Tampoco hay que olvidar que estamos ante una película de ficción sobre una realidad, no en un documental.

FERNANDO GRACIA

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