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Requiem

Francisco Javier Aguirre. El pasado fin de semana se ha ofrecido en el Teatro de la Estación la obra de Ester Bellver titulada ‘Requiem’, una producción de Rotura, interpretada y dirigida por la propia autora del texto. El tema es intensamente humano y su enfoque profundo. Se trata de la experiencia de ver morir a un padre, asistiendo a sus últimos momentos.

Al final de la representación, en el coloquio que suele producirse con los espectadores, se le preguntó a Ester si aquella historia era la suya personal, a lo que respondió que sí. Eso explica algunas cosas, por ejemplo la intensidad con que se interpreta el papel de una mujer de mediana edad que tras haber mantenido notables discrepancias con su padre, termina vinculándose profundamente con él a la hora de su enfermedad y de su muerte.

Como dice la propia autora, en las situaciones límite los seres humanos somos capaces de tener un encuentro muy especial entre nosotros. Para ello es necesario dejar de lado el papel que cada uno ha representado a diario. Confiesa que el tránsito de su padre le ha proporcionado el encuentro más fuerte que ha tenido hasta la fecha con un ser humano, y al mismo tiempo afirma que una situación tan dolorosa puede ofrecer las experiencias más hermosas de la vida.

Desde el punto de vista narrativo, el desarrollo del drama, teñido mínimamente por algunos momentos graciosos, es impactante. La representación adquiere una carga emocional notable porque al espectador le llega esa vibración especial que tiene lo auténtico. Sin embargo, el hecho de que no exista un director ajeno, sino que la propia actriz controle el desarrollo de su interpretación, abre el riesgo de caer en cierta complacencia reiterativa que prolonga innecesariamente ciertos momentos y retrotrae la acción cuando el espectador ya está plenamente involucrado en ella.

En el sentido positivo, son especialmente inspirados los episodios en los que se recuerda la infancia y se describe la personalidad del padre con la perspectiva que dan los años. También es afortunada la secuencia del sueño posterior a su muerte, así como la conclusión inesperada con la llamada telefónica de la madre, que abre la puerta a la continuación de la experiencia vital de la protagonista.

Una dramaturgia sencilla pero significativa, basada en elementos reales y simbólicos, da como resultado una obra de gran impacto emocional que, posiblemente, podría recortarse en algunos minutos sin merma de su eficacia dramática.

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