Cristina Pérez. Sara Serrat es una joven onubense que comenzó a jugar al fútbol a los seis años. Además de ser la guardameta de su equipo, el Fundación Cajasol Sporting de Huelva, también ha sido la portera de la Selección española sub 19 de fútbol femenino y sueña con verse algún día en la absoluta, aunque reconoce que está complicado. Nuria Mallada, zaragozana, comenzó a interesarse por este deporte aproximadamente a la misma edad y su aspiración es seguir mejorando en el club donde juega y en el equipo en el que ahora es capitana, el Transportes Alcaine de Zaragoza, ya que afirma sentirse muy a gusto.
Las dos aseguran no recordar situaciones especialmente desagradables por haberse integrado en un deporte tradicionalmente de hombres. “Al principio tanto los niños como las niñas se reían al ver que jugaba al fútbol, pero cuando los chicos con los que jugaba se empezaron a dar cuenta de que tenía su mismo nivel, comenzaron a respetarme”, cuenta la zaragozana. “De hecho, he jugado varios años en equipos ‘mixtos’ en los que yo era la única chica, y mis compañeros eran mi mejor apoyo. Ellos me protegían ante ciertos comentarios de algún equipo rival”, continúa Nuria.
Por su parte, la portera del equipo onubense de primera división asegura que hoy en día todavía se oyen comentarios en algún encuentro, pero que a estas alturas de su vida y su carrera no les da ninguna importancia y trata de estar concentrada al máximo en sus partidos.
La financiación de los equipos femeninos no es tarea fácil ya que, como afirma el entrenador del Cajasol Sporting de Huelva, Antonio Toledo, a muchos clubs les cuesta encontrar patrocinadores para sus equipos. Además, al Míster del conjunto onubense le gustaría que la liga tuviera también un patrocinador propio, del mismo modo que lo tiene la liga masculina.
Ante la pregunta de ¿una mujer puede vivir de jugar al fútbol en primera división? La respuesta de las dos chicas es un rotundo ‘no’. “En otros países e incluso en los clubs más importantes de España, como el F.C. Barcelona, el Atlético de Madrid o el Athletic de Bilbao, la remuneración es mayor, pero en clubs más modestos como el nuestro, la compensación económica es lo de menos”, explica Nuria. “Practicamos este deporte porque no podemos estar sin darle patadas al balón”, afirma orgullosa.
Sara está en segundo curso de Ciencias del Deporte y entrena un equipo escolar de fútbol; Nuria estudia Fisioterapia y también practica a nivel profesional el deporte de la pesca. “Las jugadoras de fútbol somos conscientes de que tenemos que prepararnos y terminar nuestros estudios porque en cuanto dejemos de jugar, lo poco que podemos llegar a cobrar se nos acaba”, relata la maña.
Entrenan entre tres y cuatro tardes a la semana y el fin de semana está completamente dedicado al partido de turno. Las chicas tienen que viajar de una punta a otra del país y compaginar su dedicación futbolística con estudios u otros trabajos. ¿Se trata entonces de un sacrificio o una forma de disfrutar? Sara lo tiene claro: “Por un lado, por supuesto que es un sacrificio. Tienes que organizarte bien y compaginar todas tus actividades .Pero ante todo es una forma de disfrutar, está claro que dedicamos buena parte de nuestra vida al fútbol porque nos gusta”.
“Nos encantaría que se nos valorara de igual forma que a los equipos masculinos, porque al fin y al cabo hacemos lo mismo”, explica Nuria. “Últimamente se están consiguiendo muchos logros en el fútbol femenino”, afirma Sara. “La absoluta ha conseguido el pase al Mundial y las sub 17 y sub 19 quedaron subcampeonas en el último campeonato. Paso a paso y poco a poco se nos está valorando más, pero todavía queda mucho camino por recorrer”, añade la onubense.
Tan diferentes y tan parecidas al mismo tiempo, Sara Serrat y Nuria Mallada viven el fútbol de una forma muy intensa. No obtienen cifras millonarias por saltar al campo ni son los rostros de ninguna campaña publicitaria. Sin embargo, la ilusión que transmiten sus palabras cuando hablan sobre su deporte, el fútbol, es suficiente para entender que, como dicen ellas, juegan por vocación y no por ningún otro motivo.