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Castañeros de calle

José asa las castañas con una caldera que tiene casi 100 años.
Castañas asadas en un puesto de calle.
Castañas asadas en el puesto de José. / Foto: ZBN.

Marta Plano. / El invierno y las Navidades no serían lo mismo sin ellos. Forman parte del decorado de estas fechas, aportando aroma y sabor a nuestros paseos. Algunos de ellos son herencia de familia, otros iniciativa propia, pero ante todo, una tradición que a jóvenes y mayores nos ha acompañado junto al frío desde que recordamos. Como cada año los puestos de castañas resisten ofreciendo un producto típico que en estos momentos atraviesa una etapa difícil.

Envueltos en abrigos, bufandas y guantes en un intento de huir de las bajas temperaturas siempre resulta agradable sentir el calor en las

manos de una bolsa llena de castañas. Su característico olor nos avisa a los pocos metros de que nos aproximamos a una de esas pequeñas casetas por las que los años no pasan. Acostumbrados a ver a los castañeros sentados frente a sus calderas, ¿qué sabemos realmente de ellos?

Juan en su puesto de castañas.
José en su puesto de castañas. / Foto: ZBN

Hace 24 años una mujer llamada Pilar tenía un puesto de castañas en la Plaza Salamero. Al fallecer, sus hijos no quisieron continuar con el puesto, pero José, que era como de la familia, tenía el deseo de continuar con la tradición de Pilar. Animado por los hijos de ella trasladó el puesto a la Calle Alfonso – Plaza Sas, donde cada año asa sus castañas con carbón vegetal en la caldera original de Pilar, que pronto cumplirá los 100 años.

“Mis castañas tienen origen gallego y del Bierzo, porque las importadas no son iguales. Si ofreces un género malo la gente compra una vez pero ya no vuelve, por eso es importante comprarlas de calidad y quitar todas las que salen malas. Se nota mucho la diferencia entre una castaña de calidad y una barata”, comenta José.

Una pareja de turistas compran castañas en el puesto de José.
Una pareja de turistas compran castañas en el puesto de José. / Foto: ZBN

Una a una José se entretiene realizando un corte a cada fruto, dado que si no se rajan terminan explotando. A pesar de que su producto es de primera calidad, este proceso le ayuda a localizar las castañas que se encuentran en mal estado para retirarlas.

Desde el 1 de octubre hasta el 31 de marzo José pasa las tardes en su puesto, y una vez finalizada la temporada recorre las ferias españolas. A pesar de que diciembre es el mejor mes para las ventas, este año, según explica José, “hay un género más complicado, y para que las castañas sean buenas hay que pagar un precio mayor. Por eso las ventas han bajado mucho, ya no es como antes. A mí me cuesta 5 euros cada kilo de castañas, y hay días que me voy con 15 euros a casa. Antes había menos competencia con otros negocios y más tradición de comer castañas.”

José asa las castañas con una caldera que tiene casi 100 años.
José asa las castañas con una caldera que tiene casi 100 años. / Foto: ZBN

El futuro de su puesto es incierto. José, que tiene una enfermedad que afecta a su pierna, se siente con menos fuerzas, y en cuatro años se jubilará. Sin embargo, admite que probablemente nadie continuará con su puesto, dado que “genera muy pocos ingresos y salvo que algún familiar lo mantenga, se perderá”.

Pilar comparte gremio con José. Atraída por el negocio de las castañas en 1983 consiguió el permiso del Ayuntamiento de Zaragoza para instalar un puesto. Su destino fue la Plaza San Miguel, donde se convirtió en la primera castañera de su familia.

Su puesto, de madera, está adornado con fotografías y dibujos infantiles que le acompañan durante su jornada. Desde él ha visto cómo han evolucionado la plaza y los vecinos de la zona. “Me acuerdo de cuando la plaza estaba sin reformar, ahora está muy diferente. Yo tengo clientes fijos desde el día en que me instalé aquí. Son clientes que antes venían cuando eran pequeños y que ahora vienen con sus hijos, lo que es muy emocionante. Es muy bonito porque me saludan, charlamos, y yo me pongo muy contenta de verlos,” comenta sonriente Pilar.

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Pilar en su puesto de castañas. / Foto: ZBN

Su secreto es tener dos calderas, de modo que emplea una para asar las castañas, y otra para mantenerlas calientes. Además le resulta más fácil de montar y desmontar. Al igual que José emplea castañas gallegas y carbón vegetal, dado que por un lado está prohibido el uso de butano, y por otro el resultado es más sabroso.

Para Pilar “el puesto ayuda un poquito pero no se puede vivir de esto porque es una campaña de seis meses que no da mucho. Es una lástima que se esté perdiendo esta tradición porque cada vez estamos menos castañeros. Pero a mí me encanta mi trabajo porque puedo hablar con la gente y después de tantos años todos los de la zona me conocen. Me lo paso muy bien”.

Más allá de la tradición, las castañas son un alimento muy saludable. Destacan por sus pocas calorías (unas 190 kcal. por cada 100 gramos) y por su alto contenido de fibra, proteínas e hidratos de carbono. Por su efecto saciante son recomendadas en dietas de adelgazamiento, y también son fuente natural de magnesio, potasio, hierro y fósforo.

Tanto José como Pilar emplean carbón vegetal para asar las castañas.
Tanto José como Pilar emplean carbón vegetal para asar las castañas. / Foto: ZBN

‘El Castañero’ es una empresa creada en 1982 dedicada a la comercialización de castañas asadas a través de puestos de calle. También ofrecen todo tipo de productos relacionados con este fruto, como libros, y realiza diversas actividades en colegios y centros.

Santiago Palacios, gerente de ‘El Castañero’, señala que todo lo relacionado con la castaña necesita un replanteamiento. “La materia prima se está encareciendo cada año más y en estos momentos está realmente cara. Además este año el clima ha sido muy negativo y como consecuencia hay mucho producto de mala calidad, con lo que se ha tenido que hacer una selección excepcional para tirar todas las castañas que están malas. Esto sumado a que hemos pagado por encima de un tercio de lo que veníamos pagando de normal, ha hecho que los beneficios estén bajando mucho y que realmente sea un negocio que vaya a sufrir un cambio considerable. Además de todo esto hay una plaga de avispilla que ha atacado en Italia y en Francia y que ahora está entrando en España y en Portugal. Por todo esto el futuro de las castañas es muy incierto”.

Castañas asadas en el puesto de Pilar.
Castañas asadas en el puesto de Pilar. / Foto; ZBN.

Según esta empresa la tendencia del mercado de las castañas llevará a un incremento del precio de este producto en la calle. “Esto a la gente le puede escandalizar pero no debería preocuparnos tanto teniendo en cuenta por ejemplo que los consumidores se gastan algo más de un euro en bolsas de patatas fritas cuando las patatas en sí valen menos que toda la bolsa. El valor real de lo que se está comprando es reducidísimo, y no tiene nada que ver con una docena de castañas, que es un producto tangible que tiene su peso, su volumen, etc. Por tanto las castañas se convertirán en un producto exquisito, que es lo que son: un producto sano, natural, nutritivo y exquisito”, opina Palacios.

¿Llegará el día en que recordemos los puestos de castañas con la misma nostalgia que recordamos los tocadiscos? Por si acaso disfrutemos de este cálido placer que durante tres meses más nos acompañará en las calles de Zaragoza.

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