Alejandro Novella./ Hay que tener claro que la vida se mide por instantes que, en sus intensos segundos, pueden calibrar tus días o dejar todo fluir en su único sentido. Y no hay que renegar de los cambios bruscos y giros inesperados. Aquellos que nos suben la libido, esa es la mayor recompensa.
Cada persona tenemos momentos que serán recordados. En mi caso personal, ¿quién me diría a mí que iba a conseguir hacer cosas tan dispares como dar conciertos en las salas de Zaragoza? Es algo que, como dicen en el gremio odontólogo, 9 de cada 10 `chavales´ sueñan con ello. Con subirse a un escenario guitarra en mano y voz rasgado por los altavoces. Es algo que quizás no te propones como meta principal, y aún así te sirven esa oportunidad de resarcirte y gozar con algo que solo lo imaginabas al ver vídeos de Youtube. Se trata de aprovechar lo que un día te llega tímidamente mientras masticas las dudas de si lo haré o no lo haré… aférrate a ello como a un clavo ardiendo.
Cuento esto porque, al igual que a veces he optado por saltar a la piscina, en otras sin embargo la vergüenza y el miedo te frenan. Pensamientos como: No se si podré con ello, ¿seré capaz?, no estoy preparado, ¿qué opinará la gente si me ve?… Todo este conglomerado de negatividad que acumulamos en la cabeza se convierte en el freno de mano que nos impide arrancar. Hay que aprender a usar el cerebro como una herramienta y obviar todo lo malo que se ha instaurado en él. No dejar que nos gobierne en su dictadura del “no puedo”.
No te obceques, y coge tú el volante, trata de arrancarlo, trata de arrancarlo… No importa si en algún momento se te cala el motor, se reinicia y no pasa nada. Continúa donde lo has dejado. Ve metiendo marchas poco a poco y acelerando, pisa bien fuerte. Mira hacia atrás por si viene alguien, pero sigue recto, lo más importante es estar de frente y afrontar lo que está por llegar. Conducción firme, segura y aventurera. Los mejores viajes son los que no están planeados y es allí donde yo quiero llegar.