Mariano Navascués. / Aprovéchate de las redes sociales. Son una herramienta muy útil para saber lo que se cuece en el mundillo. Plataformas como Twitter te permiten estar al día con una inmediatez asombrosa. Además, puedes seguir a quien te dé la gana sin tener que esperar a que tus solicitudes de amistad sean aceptadas -en Facebook es un requisito ineludible-. En la plataforma que muchos conocen como el ‘sms de internet’, oséase Twitter, hay millones de personas relacionadas con el vino. Entérate de lo que publican, entre otros, @RobertMParkerJr, @RandallGrahm, @Timatkin o @JancisRobinson. Si por el contrario quieres autopromocionarte en lugar de alcahuetear abre una cuenta en Linkedin, el mayor muestrario profesional donde, como es normal, hay mucha gente emparentada con el vino.
Catas de sobaquillo, cuantas más mejor. Júntate con varios amigos y que cada cual lleve una botella. Estableced entre todos los precios máximos y mínimos de cada muestra, escoged las zonas que más os interesen, comprad vinos elaborados con la misma variedad y comparadlos entre sí, haced catas verticales, horizontales… lo que os plazca. Este tipo de quedadas son interesantísimas porque te permiten probar muchas marcas sin tener que desembolsar un quintal. Aprender se aprende un montón. Y el buen rato está garantizado. Basta con un grupete de colegas, unas cuantas botellas, copas a mansalva y a disfrutar de lo lindo. Pocas cosas a escote son tan placenteras como las catas de sobaquillo.
Apúntate a todo. En ciudades como Zaragoza existe una programación semanal bastante holgada. En un mismo día pueden coincidir varios saraos así que tendrás que ser selectivo: cursos de cata, presentaciones, cenas maridadas, charlas… no seas vago y exprime tu agenda al máximo. Además, si eres de los que nunca tiene suficiente, hazte socio de clubs privados y participa en foros vinícolas. Obviamente te tiene que gustar mucho el vino para dedicarle tanto tiempo; pero ya se sabe, un hobby es un hobby así que, salvo que roces la obsesión, cualquier locura está justificada.
Sé infiel… Y, por supuesto, no mires con quién. Si te gusta la música no te conformes sólo con un género y, ni mucho menos, con un grupo. Puede que el jazz sea tu primera opción pero métele de vez en cuando algo de blues, rock setentero, ritmos balcánicos, reggae, trash-metal, ópera, funky, tango, new age y todo lo que se te antoje. Hazle un hueco a cualquier género para tener más alternativas y así luego eliges lo que más te gusta. Con el vino igual. Si te quedas solo en una denominación o en una variedad te estás perdiendo otras muchas sorpresas. Muchísimas.
Sigue visitando bodegas. Probablemente una de las fórmulas más efectivas para aprender y disfrutar al mismo tiempo. Gracias a todas esas bodegas que abren sus puertas de par en par lo tienes cada vez más fácil: llamas por teléfono –o envías un e-mail-, concretas día, hora y número de asistentes y, a partir de ahí, a dejarse llevar. Presta atención a todo lo que te cuentan y pregunta todo lo que tengas que preguntar. Aprovecha al máximo porque estás en el lugar de origen del vino. En ocasiones hasta puedes coincidir con los padres de las criaturas, bien sea en el viñedo o dentro de la bodega.
Regala vino. Esta sugerencia tiene un doble sentido: que tú regales y que, como compensación, empieces a recibir obsequios del mismo calibre -de vez en cuando hay que ser un pelín egoísta-. Siempre hay un tipo de vino para cualquier persona. Sean cuales sean las pretensiones del beneficiario seguro que encuentras una botella que le encandilará; así, por ejemplo, si tienes que obsequiar a alguien que se está iniciando decántate por algo que resulte fácil de beber (blancos frescos y agradables o rosaditos golosos sobre todo). Aumenta la estructura y la potencia del vino conforme el receptor tenga más rodaje… y busca algo que le sorprenda. Es decir, no le des a un gallego una Treixadura, ni un Moscatel a un alicantino. Ahora bien, si no sabes qué regalar opta por el champán. Nunca falla.
Por supuesto ¡bebe! De nada sirven las redes sociales, los viajes y los regalos si, al final, no descorchas con suficiente asiduidad. Los españolitos tenemos el honor de ser unos de los que menos vino bebemos de toda Europa. En estos momentos estamos por debajo de los 17 litros por persona y año, una cifra muy distante de los casi 50 litros que se consumían en los 80 -del siglo pasado, se entiende-. Así que debemos incrementar este miserable dato aún sabiendo que muchos de nosotros no podemos hacer más por subir la media.