Miriam Fernández y Fernán Archilla. / Camboya es uno de nuestros países favoritos del sudeste asiático. Gran parte de culpa la tienen los espectaculares templos de Angkor, un destino impresionante y uno de esos lugares que son visita obligatoria al menos una vez en la vida.
Por otra parte, la amabilidad y calidez de sus gentes hacen que la estancia en este país sea de lo más agradable. Se nos ponen los pelos de punta al pensar en la tragedia que sufrió este pueblo a manos de Pol Pot y los jémeres rojos, hace menos de 40 años, en el que murió más de un cuarto de la población. Sólo el hecho de llevar gafas era motivo para ser considerado un intelectual y ser asesinado. No deja de sorprendernos como el pueblo camboyano ha sabido recuperarse de ese drama y mirar al futuro con optimismo y fuerza.
Battambang es otro los culpables de hacer que sintamos predilección por este país. Se trata de un pequeño pueblecito, muy diferente a la turística y ajetreada SiemReap, en el que pudimos descubrir la Camboya más auténtica y rural.
El pueblo en sí no tiene mucho que ofrecer. Lo mejor es alquilar una bici o una moto y recorrer los alrededores. Nuestra visita comenzó en Ek Phnom, un templo que posee un gran Buda en su entrada.
A lo largo del camino nos vamos deteniendo en un montón de templos. Como curiosidad os contaremos que paramos en un pequeño puesto en la carretera para comprar un refresco, y la chica que nos los vendió nos invitó a pasar a su casa, en la que tenía, para sorpresa nuestra, ¡un montón de cocodrilos! Los hay de varias edades, desde pequeñas crías a enormes cocodrilos de edad adulta.
Para llegar hasta lo alto de PrasatBanan hay que subir 353 escalones. Se trata de un pequeño templo del mismo estilo de los que se pueden ver en Angkor.
WatSomrongKnong es un monumento dedicado al genocidio de los jémeres rojos. En su interior se pueden ver cráneos y huesos. En su parte frontal y en los laterales hay relieves en los que se muestran las torturas a las que eran sometidos los prisioneros.
Otro de los atractivos de esta ciudad es el Bamboo Train. Los jémeres rojos destruyeron toda la línea ferroviaria construida por los franceses. Tras su caída, sin ferrocarril y con apenas carreteras, los camboyanos se las ingeniaron para reutilizar las vías existentes y construyeron este peculiar sistema de transporte para pasajeros y mercancías utilizando ruedas de tanque y plataformas de bambú, propulsados con motores de motocicletas.Lo más divertido es que al ser un sistema de vía única, cuando dos trenes se cruzan, el que tiene la carga más ligera debe ceder el paso al otro, desmontando la plataforma. ¡Es sorprendente la rapidez con la que lo hacen!
Como colofón del día, asistimos a este gran espectáculo. Al caer la tarde, cientos de murciélagos salen a la vez de una cueva enPhnom Sampov, haciendo que el cielo se llene con su silueta, como si de una enorme nube de humo se tratara. Durante más de media hora fuimos testigos de cómo miles y miles de estos animalillos salían sin cesar de su refugio.
Pero sin duda, lo que más nos llenó del día, lo que mejor recuerdos nos trae, es la calidez y afabilidad de sus gentes, siempre con una sonrisa en su boca. Durante esta jornada pudimos ser testigos de su día a día y asistir a escenas típicas de su vida cotidiana.