Marta Plano. / Lucía Benavente es una joven periodista zaragozana que en noviembre de 2012 la búsqueda de empleo le llevó hasta Colombia. Tras estudiar periodismo en la Universidad de Zaragoza y regresar de un Erasmus en Alemania, comenzó a trabajar en Bogotá con Caracol Radio.
Su aventura como periodista no se ha limitado a Colombia, puesto que también pasó un tiempo como corresponsal de WRadio en Miami, EEUU, donde cubrió eventos tan importantes como la entrega de los Premios Oscar o los Grammy. Ahora ha regresado a Colombia, donde trabaja con el periodista Juan Carlos Iragorri en un programa de tertulia política nacional e internacional llamado Voces RCN.
En esta entrevista Lucía Benavente nos cuenta cómo es vivir en Colombia y su experiencia como periodista en este país y en Estados Unidos.
– Lucía, ¿cómo surgió tu traslado a Colombia?
– Con el bagaje y los contactos en la CADENA SER me puse en contacto con la dirección de Caracol Radio (del mismo grupo PRISA) para saber si habría una plaza en la que encajara. Decidieron contratarme durante seis meses de prueba haciéndome cargo de todos los gastos del viaje y traslado al nuevo país, y resultó salir bien porque pude prorrogar mi estadía. Inicialmente aterricé en Bogotá pero la condición era trabajar en una ciudad pequeña llamada Bucaramanga.
La información que los medios de comunicación suelen publicar en referencia a Colombia suele ser negativa, perfilando uno de los países más peligrosos del mundo. ¿Qué pensamientos pasaron por tu cabeza cuando tomaste la decisión de trasladarte?
Pensé en que los medios somos nuestro peor enemigo y vendemos unos arquetipos y estereotipos de los demás países sin explicar o dar a conocer bien la realidad. Las guerrillas de las FARC o el ELN están en el campo, no en las ciudades. Esa fue la primera sorpresa (positiva) con la que me encontré. Con la delincuencia y el peligro del día a día se aprende a vivir y es nutritivo periodística y personalmente.
– Ahora que llevas tres años viviendo en Colombia y tienes una perspectiva amplia de cómo es vivir en este país, ¿es muy diferente a como nos lo imaginamos?
– Mucho. Es una sociedad excesivamente compleja por su larga historia (llevan más de 50 años en guerra) y el narcotráfico (con Pablo Escobar al frente) y la extorsión de empresas mineras y petroleras ha herido sensiblemente a la política, a los sistemas judicial y empresarial e incluso a la idiosincrasia del colombiano medio. Es uno de los países del mundo con mayor corrupción empresarial, política y judicial y tiene unas desigualdades sociales que impiden establecer una clase media firme en el sistema. Ese tipo de cosas me parecen el verdadero problema del país y ayudan a comprender, incluso, el origen de los guerrilleros. En los medios solo nos hablan de secuestros, desapariciones y ataques (que también los hay, pero a veces tienen una historia más larga que entender).
– ¿Hay algo que te guste hacer en Colombia que no puedas hacer en España?
– Muchas. Comer la mejor fruta es una de ellas. Existen muchas de las que nunca había oído hablar y son la base de mi alimentación ahora: la papaya, la pithaya, la guanábana, el lulo, el mango… Otra de las cosas tiene que ver con la actitud: no tener pelos en la lengua o desarrollar tu imaginación. Especialmente en la radio recurren mucho a la improvisación y a hacer programas sin guiones. A veces es un problema, pero al final acabas siendo una persona imaginativa y muy recursiva, además de darle un tono muy fresco. Y eso sucede en el día a día. La desenvoltura y la capacidad de convicción del colombiano es extraordinaria.
– ¿Qué diferencia al periodismo colombiano y al español?
– Es mucho más ágil en muchos sentidos. En primer lugar porque las fuentes siempre hablan, desde sicarios perseguidos mediáticamente por matar el pasado fin de semana a cuatro menores hasta el político involucrado en varios casos de corrupción. También es más ágil por la cantidad de noticias que se producen al día: al principio era muy impactante pero ahora estoy algo anestesiada a que en la misma tarde haya un atasco de dos horas en una de las calles principales porque se ahorcó una persona en el sistema de transporte público, encuentran muerto a un empresario que se hizo pasar por desaparecido y había huido a EEUU y un magistrado pide investigar al presidente de la Corte Constitucional por haber aceptado sobornos (entre ellos, el del propio denunciante) a cambio de cambiar una tutela… Eso puede suceder en menos de dos horas.
– Has tenido el privilegio de cubrir la entrega de premios como los Oscar o los Grammy, ¿a qué conocidos personajes de EEUU has entrevistado?
– A pesar de que, por ser una decisión tomada a última hora no pude acreditarme en los eventos y tuve que recurrir a métodos ‘poco ortodoxos’ para conseguir esas entrevistas, pude estar en un evento privado de Lorde, hablar con Juanes, retener a Gloria Estefan diez minutos a las puertas de una fiesta privada, enfadar a Robin Thicke por aparecer en su camerino y ser expulsada de un evento por hablar con Pharrell Williams (cosa que no tenía permitida).
Para los Oscar, por suerte, mi compañera y yo hablamos con el director de ’12 años de esclavitud’ y en el consulado de Reino Unido en Los Ángeles nadie se dio cuenta de que yo no era periodista de la Deutsche Welle, como creyeron que era para permitirme entrar…
– ¿Recuerdas alguna entrevista en concreto con especial cariño o que tenga una anécdota divertida?
– Muchas. Por ejemplo llamar a la Antártida con el equipo de expedición australiano que se quedó atrapado por varios días. Fue una llamada satelital y respondieron después de tres días llamando durante muchas horas. También recuerdo con cariño haber sido la primera en entrevistar al Nobel de Economía de 2014, me pidió unos segundos para reaccionar y durante la conversación discutía con su mujer por teléfono para que no abriera la puerta porque iba en pijama. También a varios actores como Betty White.
Hablar con la madre del decapitado por ISIS, James Foley me puso los pelos de punta, y hablar con el embajador de Israel en EEUU y mano derecha de Netanyahu o con el portavoz del Pentágono en EEUU fueron muy interesantes y emocionantes.
– Ahora trabajas con Juan Carlos Iragorri en un programa de tertulia política nacional e internacional. ¿Los políticos proponen alguna solución a los conflictos colombianos?
– Hay una falta de acuerdo latente. Los principales partidos son un tanto inflexibles y existe una fuerte oposición a los acuerdos de paz que intenta firmar el gobierno de Santos en la Habana con las FARC. Todos piden justicia, pero para los otros; cuando es para ellos se oculta, se escudan y muchos exilian. A veces la corrupción, el mal funcionamiento del sistema sanitario o los problemas más ‘locales’ como el transporte público o la recogida de basuras en Bogotá consumen mucho tiempo y dinero.
Además, el conflicto colombiano tiene demasiados intereses y demasiadas personas involucradas, por lo que su acuerdo se espera que se retrase mucho más de lo que Santos prevé (él dice que será a finales de este año 2015), pero hay que tener en cuenta que en octubre de este año hay elecciones municipales y autonómicas en el país y aquí la compra de votos, el pucherazo y los intereses de las guerrillas en las elecciones, predominan y retrasan el encuentro con la paz.
Por otro lado, la Corte Penal Internacional está atenta a que no haya impunidad para los máximos responsables de estos crímenes de lesa humanidad y las FARC insiste en que ninguno de sus guerrilleros irá a la cárcel. Hay mucho por lo que responder, y mucho por lo que trabajar. De hecho, nadie se pone de acuerdo ni siquiera en el origen de esta guerra de más de cinco décadas.
– ¿Qué valoración hacen los colombianos de la crisis económica mundial que tanto está afectando a los llamados países del Norte o desarrollados?
– Les beneficia parcialmente. Latinoamérica es ahora el punto de mira de Europa y, en parte, de Estados Unidos. A pesar de que hay quienes se oponen al Tratado de Libre Comercio, Colombia tiene la oportunidad de aprovechar la baja del euro e importar y exportar productos de calidad y mejorar sus relaciones internacionales.
Prueba de esa ‘flojera europea’ se puede ver en cierta laxidad en la visa Schenguen que tanto ansían eliminar. Por otra parte, pueden beneficiarse de la fuga de cerebros que busca cobijo en Colombia. He oído hablar de arquitectos españoles muy bien valorados que, quizá si no hubiera habido crisis en España, nunca hubieran volado hasta aquí y ahora son un enriquecimiento para la sociedad colombiana.
Su economía es estable y tienen mayor preocupación con Venezuela o EEUU a nivel internacional que con Europa. En España piensan para ver a James y a Falcao jugando.
– ¿Crees que volverás a Zaragoza o te has hecho a la vida en Colombia?
Creo que sí volveré, pero no sé cuándo. Me estoy adaptando muy bien a Colombia y conocer una cultura tan diferente y una realidad periodística tan inverosímil es muy atractivo. Pero la inseguridad, la mala educación y sanidad públicas y falta de conciencia social, hacen que se dificulte vivir aquí sin tensión.
También quiero que España se estabilice y que haya oportunidades en el periodismo. Lo cual puede tardar un buen tiempo…