Nicolás Abancens. / Contemplamos, con impotencia y tristeza, como tras la caída del Muro de Berlín y la explosión de la crisis financiera, se ha convertido en el campo de batalla donde se está desarrollando, quizá, el mayor episodio de la lucha de clases desde la Revolución Rusa de 1917.
Se trata de una guerra singular, en la que a pesar de no utilizar armamentos convencionales, se está produciendo el desmoronamiento de la economía y de la sociedad que provocaban los conflictos armados. Es verdad que no hay el mismo número de fallecidos, aunque los hay y muchos (suicidios, muertes por falta de atención médica adecuada, exclusión social que lleva a todo tipo de drogodependencias,…) pero el sufrimiento y empobrecimiento de la sociedad lleva camino de alcanzar las mismas cotas. ¿Son conscientes quienes dan las órdenes a los que nos gobiernan, que rotas esas reglas de juego, volveremos inexorablemente al ‘tablero de la Historia’? ¿Saben que sin paz social, las alternativas de resolución de conflictos se reducen al enfrentamiento? Si la respuesta es no, son unos irresponsables, pero si la respuesta es sí, como me temo, son unos criminales.
Ante esta flagrante injusticia, la conciencia de amplios sectores de la sociedad está despertando, sobretodo en los países más afectados, y lo está haciendo desde una posición escrupulosamente democrática. Y esto merece la pena destacarse, porque la desesperación ha llevado y lleva, lo vemos a diario en las noticias, a revueltas violentas cuando no directamente a guerras. En Europa afortunadamente, al menos por el momento, estos movimientos pretenden cambiar las actuales políticas alcanzando los gobiernos democráticamente, y así poder cambiar los modelos económicos que nos han abocado al desastre. Pero los ciudadanos tienen que poder comprobar que desde la Política pueden alcanzarse esos cambios. Si por el contrario la cerrazón de los poderosos se mantiene y permanece sorda ante el clamor de una ciudadanía exhausta, si el Gobierno de una nación soberana elegido democráticamente, no puede cambiar el rumbo de las cosas porque sus acreedores le asfixian el crédito, ¿qué lección va a extraer el pueblo llano?
En la Naturaleza cuando dos especies se necesitan, crean una relación simbiótica que beneficia a ambas, jamás a una de ellas se le ocurriría acabar con la vida de la otra, de la que también depende la suya. Es necesario que los que nos han colocado el dogal al cuello, sean conscientes de esa relación ‘simbiótica’ y relajen su tensión, permitiendo retomar la senda del acuerdo político, con el objetivo de enfocar la economía hacia el beneficio de la sociedad en su conjunto y no en el de unos pocos. Sólo así será posible seguir soñando con aquella Unión Europea de los ciudadanos.