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Aquel Domingo de Ramos

"Familia Ulises" - Viñeta de Marino Benejam para la publicación TBO.
"Familia Ulises" - Viñeta de Marino Benejam para la publicación TBO.
«Familia Ulises» – Viñeta de Marino Benejam para la publicación TBO.

Rafael Castillejo. / Vestido de domingo pero, ese día más que nunca, que para eso era Domingo de Ramos. De comprar la pequeña palma se encargaba mi madre, mientras que los caramelos eran por cuenta de mi abuela (confites, los llamaba ella). La cosa es que salía de casa más tieso que un ajo y feliz como una perdiz porque, dicha celebración, significaba además la llegada de la Semana Santa con los correspondientes reestrenos de películas de aquellas que tanto me gustaban, como: ‘Quo Vadis’ o ‘La Túnica Sagrada’.

Recuerdo especialmente la mañana del Domingo de Ramos de 1957. Ese año iba camino de cumplir los cinco años, una cifra que, por rotunda, me parecía inalcanzable. Días antes había escuchado que los «chicos malos» del barrio solían dar bruscos tirones a los adornos de las palmas, sobre todo, cuando eran comestibles. Incluso que los más «listos» iban provistos de una fina hoja de afeitar con la que cortar el hilo que sujetaba el confite mientras la familia del niño bien peinado miraba la procesión. Nunca supe si los rumores eran ciertos porque nunca presencié casos así ni me ocurrió nada que lamentar. Sin embargo, estando aquella mañana con mi padre contemplando la salida de la Cofradía de la Entrada de Jesús en Jerusalén, tan preocupado estaba por proteger mi palma que, una de las veces que miré desconfiado a mi alrededor, observé cómo un individuo abría el bolso de una señora y extraía del mismo lo que podía ser una cartera o monedero. Aquello me produjo una sensación muy extraña. Quise avisar a mi padre pero, entre mi susto y el ruido de los tambores, me quedé mudo.

Pocos días después, me llevaron mis padres a ver ‘Marcelino, pan y vino’. La reponían en el Cine Torrero y por haber sido estrenada dos años antes, era la primera vez que la veía. En dicha película, se suceden los momentos en que el niño huérfano roba cada día pan y vino en la cocina de los frailes para dárselo al Cristo del desván del convento. El visionado de esas escenas me causó un efecto balsámico por entender que, posiblemente, aquel hombre que había visto introducir la mano en el bolso de aquella señora el domingo anterior, lo hiciera para dar de comer a alguien necesitado.

Como decía al principio, todavía no había cumplido los cinco años. Cualquier cosa era un descubrimiento y ya empezaba a conocer que no todo era bonito. Menos mal que siempre estaban a mi lado mis padres, mis abuelos, mis cines de reestreno y… los tebeos. Concretamente de TBO es esta preciosa viñeta de la Familia Ulises dibujada en su día por Marino Benejam.

Rafael Castillejo
www.rafaelcastillejo.com
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