Redacción./Desde que se nos concedió la condición humana, vivimos en una continua búsqueda de la compañía, tanto física como moral. Siempre afincados en nuestra zona de confort y sin sobresalir de la circunferencia que llamamos círculo de amigos. Nos encontramos a gusto, cómodos y con poder suficiente como para ir criticando o sobreestimado conclusiones sobre gente de las que ni siquiera conocemos su nombre. El chismorreo y el cotilleo nos pueden. Sin embargo, ¿qué pasaría si a esa persona con la que te cruzaste un día por la calle, da la casualidad de que llegas a conocerla? En ese momento ya no empiezas de cero, si condicionas lo pagas.
Como dice el dicho: “El mundo es un pañuelo”. Nunca sabes con quién puedes encontrarte en el camino. Es aquí donde la predisposición a ver tiene que ser algo abierto y real. Los comentarios fatuos, poco inteligentes e inapropiados apárcalos hasta que el juzgar tenga tintes de justicia. Cuando tengas motivos para crear opiniones sobre una persona, ese será el momento en el que podrás pasar al siguiente nivel. Mientras tanto, una crítica moral a un desconocido es una ‘palmadita’ en la espalda por algo que nunca hice.
La verdad es que no es extraño encontrarte con alguien, que recuerdas vagamente, y que poco a poco llegas a conocer, y en un atisbo de querer ser detective vas tirando del hilo hasta descubrir que tenéis algún que otro lazo en común. Amigos de amigos que al final siguen siendo eso, pero ya no son unos desconocidos.
Aquí entra en juego la regla de los 6 grados de separación. Para el que no sepa que significa, esta teoría afirma que cualquier persona del mundo está conectada con cualquier otra, a través de una cadena de conocidos con no más de cinco puntos de unión. Según esta tesis sólo seis niveles nos separan de cualquier persona del planeta. Seis grados. Seis pasos.
De esta sencilla manera ya no nos parece tan descabellado alcanzar ciertas metas u objetivos en la vida si lo vemos así de cercano. Del mismo modo para poder apreciar esta teoría de los 6 grados en todo su esplendor es necesario mantener fuertes los eslabones que la unen. La comunicación como engranaje de esta misteriosa explicación y apertura de mente como leit motiv para entender la dinámica de este juego del pañuelo.
Prejuicios guiados por el “no lo conozco” que se pueden venir abajo en cuestión de un tiempo relativo, a medida que avancemos grados en nuestra escala. Dediquémonos a dar pasos en firme y cautelosos con miras hacia algo más que lo que tenemos al lado. No cerremos puertas para tener que abrirlas luego con una bola de demolición, allanemos el camino antes.
Y si pensamos bien acerca de esta idea, no se trata de una teoría tan descabellada, y sino preguntadle a Marc Zuckerberg.