Rafael Castillejo. / De niño, solía llamarme mucho la atención aquel mono que podía contemplarse en carteles publicitarios anunciando ‘Anís del Mono’. Más que feo, me resultaba extraño. No presentaba parecido alguno con los chimpancés africanos que había conocido en las películas de Tarzán ni con otros simios de los que aparecían en los populares álbumes de cromos de la época y que constantemente se publicaban dedicados a la fauna de distintos continentes. Una Nochebuena, mi tío trajo a casa una botella de aquel licor. Yo, no bebí ni una gota de su contenido, pero me entretuve un buen rato mirando una y otra vez su etiqueta para llegar a la misma conclusión que cuando contemplaba los carteles: ‘En verdad, era raro el mono aquel’.
La respuesta al por qué de su fealdad o rareza estaba en el cartel original que los hermanos Bosch, dueños de ‘Anís del Mono’, eligieron en el año 1898 como ganador de un concurso que ellos mismos habían convocado. El creador del mismo, el pintor modernista Ramón Casas, se había inspirado en el célebre científico Charles Darwin, que años antes había revolucionado al mundo con su «Teoría de la evolución» y, los Bosch, quisieron aprovechar toda la polémica suscitada por quien a finales del siglo XIX se había atrevido a decir que el hombre descendía del mono, para publicitar a lo grande su producto estrella.
Hay que conocer además que, lo del mono en cuestión, ya venía de varios años antes. Al puerto de Badalona llegaban muchos barcos de las Américas y, con ellos, algún animal exótico. No se sabe bien cómo pero uno de ellos se instaló en la destilería de los hermanos Bosch y tanto los trabajadores como las personas que paseaban por el puerto se acostumbraron a verlo por allí todos los días. No tardaron en comenzar a denominar el lugar como ‘la fábrica del mono’ contribuyendo así al inicio de una de las mejores campañas publicitarias que se dieron en España durante buena parte del siglo XX.
Otro gran acierto en la comercialización del producto llegaría a ser su botella adiamantada que poco después copiarían otros fabricantes de licores. Esta vez, la idea vino de un frasco de perfume parisino que Vicente Bosch había comprado a su mujer en un viaje de negocios a Francia. Fue en el año 1902 cuando la etiqueta con el mono se unió por primera vez al curioso cristal y, desde entonces, ahí sigue. Lo que nadie había podido imaginar es que llegaran a convertirse con el tiempo en instrumentos de acompañamiento musical navideño casi de la importancia de panderetas y zambombas. A ver quién no ha rascado alguna vez una botella de anís con una cuchara, tenedor o cuchillo, para acompañar un tradicional villancico tras la familiar cena de Nochebuena.
Pero las curiosidades que el ‘Anís del Mono’ presenta a lo largo de su historia, no se limitan a todo lo que acabo de recordar. También resulta interesante saber que a él se debe el primer cartel luminoso de España colocado en el año 1913 en la Plaza del Sol de Madrid y, poco más tarde, en la Plaza de Cataluña de Barcelona.
Importantes genios de la pintura usaron también la diamantada botella en alguna de sus obras, como es el caso de Juan Gris, Dalí, Picasso o Diego Rivera. Incluso en el cine se coló en ciertos momentos, apareciendo fugazmente en alguna escena de películas como ‘El Padrino’, ‘Donnie Brasco’ o la tan reciente ‘No habrá paz para los malvados’.
Para terminar diré que creyendo que lo sabía casi todo sobre el hombre, el mono y la botella, hace un par de años me enteré de un par de cosas que quizá había leído aquella Nochebuena en que mi tío trajo aquella fascinante botella a casa pero que, a mi corta edad, no supe apreciar entonces. Me refiero a algo escrito en la etiqueta. Una de esas cosas es una errata que nunca fue corregida, y me refiero a donde indica ‘DESTILLACIÓN ESPECIAL’ creyéndose que es debido a que la impresión de las etiquetas se hizo en Francia y allí se escribe ‘destillation’. La otra curiosidad que había pasado por alto se encuentra en el pergamino que sostiene el mono, pudiendo leerse lo siguiente: ‘ES EL MEJOR. LA CIENCIA LO DIJO Y YO NO MIENTO’. Se trata de una frase que Charles Darwin repitió muchas veces y que los hermanos Bosch incluyeron en estas etiquetas. Los hay que opinan se trata de una burla y, otros, de un apoyo al científico por sus teorías sobre la evolución. La primera vez que escribí sobre esta popular marca de anís, omití estas dos últimas cosas pero, ahora, me parecen tan interesantes como las anteriores. La verdad es que nos encontramos ante un producto español que consiguió varios premios internacionales y, eso, en aquellos tiempos con escasos medios de difusión, es algo que hay que reconocer como merece. Por eso, si ustedes van alguna vez por Badalona, no dejen de hacerse una fotografía en el paseo marítimo con la escultura de bronce que recuerda al popular mono del anís y, de paso, al célebre científico.
Rafael Castillejo
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