
Nerea Beatove./ El Museo Provincial de Zaragoza es un lugar lleno de arte, cultura, y grandes obras que cuentan en cada una de sus piezas grandes historias. Con colecciones que abarcan desde la prehistoria hasta el siglo XX, el museo ha trabajado durante años para que el patrimonio cultural del que se nutre, mantenga viva su historia a lo largo del tiempo.
Tres restauradoras del Departamento de Conservación y Restauración del Museo son las encargadas de mantener en perfecto estado las obras que forman parte de las exposiciones y colecciones que a menudo se muestran en Zaragoza.
María Luisa González Pena es la conservadora más veterana. Inició su andadura en el museo en el año 1986, momento en el que se creó una de las áreas más importantes del museo, y en la que permanece hoy, liderando la restauración arqueológica, quien comenta que «la conservación del Museo de Zaragoza fue pionera en España al apostar por un personal cualificado ya que pocos museos contaban entonces con tres restauradores en plantilla, un fotógrafo, o un departamento de difusión, que ni si quiera existía en el Museo Arqueológico Nacional».
Sus esculturas y pinturas no cobran vida por la noche, aunque sí son las responsables de que en el museo se viva una magia especial; y aunque por sus manos han pasado obras antiquísimas, María Luisa confiesa que “no hay piezas de primera o segunda categoría, todo lo que pasa por mis manos merece el mismo respeto, ya sea del siglo XV o contemporáneo”.

Es precisamente ese respeto el que dirige cada una de las intervenciones o, quizás más importante, las no intervenciones que llevan a cabo las restauradoras, quienes siempre tienen en cuenta el código de la mínima intervención. Nerea Diez de Pinos, restauradora de Obra Gráfica, resalta que, a menudo, «la restauración está vista desde la ignorancia como una manualidad, pero es un trabajo científico más que artístico, porque una intervención mal hecha puede cambiar totalmente la naturaleza de las obras».
Este es uno de los casos con los que se encontró González durante la intervención de una de las restauraciones que más quebraderos de cabeza le ha causado. Se trata de un ejemplar único en España, y una de las pocas Arcas Ferratas que se conservan en Europa, una ruina de una caja fuerte romana que había sido intervenida anteriormente por unas monjas zaragozanas. «Es una satisfacción haber podido reconstruirla porque se tardó bastante, estuvo en el Instituto del Patrimonio durante muchos años donde no supieron que hacer con ella y la verdad es que fue un reto para mi hacer que se mantuviese en pie», comenta.
Por este motivo, Diez insiste en que una de los trabajos más importantes que realiza el Museo es la conservación preventiva, mediante la cual las restauradoras, responsables del Área de Reserva, cercioran que todos los materiales que se guardan estén en buenas condiciones ambientales y de almacenamiento: «es igual de importante o mas, porque al final la intervención es el fracaso de todas medidas preventivas».
El principal problema con el que se encuentra Nerea en torno a las Obras Gráficas es sobre todo con las enmarcaciones que se han ido haciendo a lo largo de los años con materiales poco adecuados, como celos o cintas adhesivas, «hay que conocer bien la naturaleza de los soportes que tratamos y como reaccionan químicamente con el ambiente que le rodea, ya que no hay intervención inocua, todo causa una reacción», afirma.

Así, el Museo lleva a cabo no solo la restauración de las obras, sino todo el proceso de documentación que requiere, el cual queda registrado en el DOMUS, un sistema web de almacenamiento digital para los museos de España. Carmela Gallego, restauradora de Pintura en el Museo desde el año 1995, trabaja día a día para mantener grandes obras de arte, no solo para su permanencia en el museo sino también para su salida a exposiciones temporales, un momento en el que las obras pueden sufrir más daños.

Actualmente, María Luisa, Nerea y Carmela, cuentan con la ayuda de dos personas en prácticas. Merche Izuel, licenciada en Historia del Arte, se encuentra realizando su estudio de fin de grado en Conservación y Restauración de Textiles, un estudio histórico artístico sobre el estado de conservación de 7 Mandalas Itancas pertenecientes a la colección Federico Torralba. Piezas del Nepal que hasta el momento no habían sido estudiadas. «Me ha gustado mucho descubrir entre los tejidos su filosofía, ver como tratan ellos las obras, que valor le otorgan y descubrir técnicas de elaboración de policromías y tejidos», comenta. Clara Guerrero, por su parte, está realizando la restauración e investigación sobre dos tablas de madera que salieron de Zaragoza a Barcelona durante la Guerra Civil, y que en 1941 volvieron al museo.

Lo que todas ellas comparten, a pesar de la distinción de sus especialidades, es un criterio común no intervencionista en el que «lo estético es lo que menos importa», un pensamiento y actuación que ha convertido al Museo de Zaragoza, en un museo de prestigio en su labor de conservación y restauración gracias al trabajo de profesionales que priman ante todo, la historia.