Ana Rodríguez. / Años 60, Valladolid. Una joven de 15 años, Ana, llega al pueblo en el que nació su madre, recientemente fallecida, para conocer a su abuela, enferma de Alzheimer. Así comienza el último libro del escritor vallisoletano Gustavo Martín Garzo, una obra en la que ahonda en el interior del ser humano para sacar a la luz sus secretos, sus fantasmas.
Donde no estás es la vigésimo segunda novela de este escritor, licenciado en Filosofía y Letras en la especialidad de Psicología, que hace años decidió dejarlo todo para dedicarse por completo a la literatura. Desde que publicara en 1991 Una tienda junto al agua ha llovido mucho, y de su pluma han salido decenas de obras reconocidas por público y crítica con premios como el Nadal (Las historias de Marta y Fernando) en 1999; el Premio Nacional de Narrativa (El lenguaje de las fuentes, 1993); el Premio Miguel Delibes (Marea oculta, 1993); o el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil (Tres cuentos de hadas, 2003).
Sus obras se han traducido a varios idiomas, como el francés o el alemán, y es fundador de las revistas literarias Un ángel más y El signo del gorrión, además de colaborar con diferentes medios de comunicación.
Este 2015, Ediciones Deseo ha publicado su última novela, en la que los personajes femeninos vuelven a apoderarse de las páginas. La protagonista de Donde no estás es una adolescente que descubrirá los secretos de su familia gracias a los relatos de su abuela, la sirvienta de ésta, Fernanda, un cuaderno escrito por su difunta madre y las historias que escucha en un pueblo doliente por la Guerra Civil.
Sobre este relato, dominado por fantasmas y ensueños, nos habla su autor, Gustavo Martín Garzo:
– ¿Qué le ha impulsado a escribir esta novela? ¿Cuál ha sido su desencadenante?
– A veces no sabes lo que es. Se crea un estado de ánimo que hace que un libro te reclame y te pongas a escribirlo. Los libros me acompañan mucho tiempo en mi pensamiento y algunos los hago y otros no. En este caso, tenía un desafío porque quería escribir un relato de fantasmas, ya que me atrae esa literatura y creo que es muy actual, aunque parezca que no pertenece a este tiempo, pero este mundo de los fantasmas tiene mucho que decir al hombre y a la mujer de hoy, tiene un sentido muy claro, ya que nuestra época ha perdido la memoria. Vivimos en un presente que si ha llegado a nuestras manos es porque nos lo han legado: esas personas que nos dejaron sus libros, sus poemas… el mundo de la cultura es el mundo de la memoria y en el que hablan los muertos. Los que admiramos son fantasmas y nos visitan a través de su memoria, de sus palabras.
La sociedad de hoy ha apartado la muerte de su lado. A las personas mayores se las encierra en una residencia para no verlas envejecer y cuando enterramos a alguien parece que se le borra del mapa. Esta forma de actuar está muy en línea con nuestra cultura del bienestar, en la que eliminamos lo que nos inquieta, lo que nos preocupa. Pero los muertos siguen ahí y ese ser querido sigue presente en ti. En nuestro pensamiento no existe la muerte porque las personas siguen vivas en nosotros, nos acompañan, nos visitan en sueños, incluso tradicionalmente se hablaba con los difuntos y se les pedía consejo.
– Hábleme de Donde no estás.
– La protagonista, Ana, visita por primera vez el pueblo de su familia. Ella nunca ha estado allí porque su madre y su abuela estaban peleadas y ahora va porque quiere conocer a su abuela, que está medio desquiciada, y se enfrenta al mundo de los secretos familiares, de qué pasó entre su madre y su abuela, entre sus padres…
– A pesar de su edad y enfermedad, la abuela es un personaje con mucha energía…
– La abuela es una mujer fuerte, autoritaria, que se ha hecho a sí misma, prácticamente la dueña del pueblo, pero tiene un punto especial. Es un personaje interesante, que son los que dan juego, insatisfechos, que van buscando algo, a los que acompañas en sus aventuras… son los personajes que me gustan.
– ¿Y cómo es Ana, la protagonista?
– Ana tiene 15 años, una edad muy especial en la que no es una niña, pero tampoco enteramente adulta, está en un umbral y la literatura tiene que ver precisamente con esos territorios intermedios. En los adolescentes hay algo del niño que fueron y, a la vez, se abren al mundo adulto, que tratan de entender, de entrar en ese mundo de todo lo que callan los adultos. Esto se vincula con uno de los temas de la novela: que es imposible conocer del todo a alguien, hasta a las personas más cercanas. Los padres cuentan a sus hijos lo que les parece, pero no lo importante, lo más íntimo, eso no lo dicen. La literatura explora ese mundo de secretos que todos callamos, pues estamos más en lo que callamos que en lo que decimos.
– En su novela encuentro reminiscencias de La casa de Bernarda Alba y creo que, como en aquella, la casa en sí es también un personaje más, ¿me equivoco?
– Ahora que lo dices, puede tener sus semejanzas. El escritor siempre se nutre de las lecturas que ha hecho y Lorca me encanta. Como dices, la casa es un personaje clave. Las casas de ahora sólo tienen presente, pero las de antes, esas casas familiares de pueblo tienen un pasado, en ellas nacieron y murieron distintas generaciones, en ellas se mezcla el mundo de los vivos y los muertos, el pasado y el presente, la realidad y el sueño. Además, esconden lugares ocultos: el desván, el hueco de la escalera, las bodegas… que están separados de los espacios habitables. En ellos te encuentras con baúles, espejos, objetos que también tienen un pasado y, en Donde no estás, Ana se encuentra con una casa así. Dentro de la propia casa hay otra casa oculta que su tío Orestes creó para espiar a su mujer a través del espejo de su cuarto. Se trata de una metáfora del corazón humano, porque, como ella, todos tenemos cuartos ocultos, en los que habitan nuestros deseos más inconfesables, ésos que no queremos mostrar.
– ¿Podemos decir entonces que hay un diálogo entre sueño y realidad en esta novela?
– La realidad es aquello que se puede ver, tocar, es todo lo que hay, pero al lado está la vida interior: los deseos, los sueños, los anhelos… y todo ello es igual de real. La realidad objetiva la cuenta el periodismo, los economistas, los sociólogos… La misión de la literatura es contar la realidad interior, cómo el ser humano reacciona ante todo lo que le rodea. Esa vida acompaña a cada uno de nosotros. La imaginación te permite alejarte del mundo real y crear otro más acorde a tus deseos, es una forma de ver más allá de lo aparente, de profundizar en lo que de invisible hay en cada uno de nosotros, de dar cuenta de lo que callamos. Hacer visible el mundo interior, darle palabra, eso es, en general, el mundo del arte.
– El marco de la novela es la Guerra Civil española…
– Los secretos familiares se prolongan en los secretos del pueblo y, todo ello, con la Guerra Civil. La zona de Castilla cayó rápido en el bando franquista y hubo una represión tremenda. Los falangistas se paseaban por los pueblos y se llevaban a los que no pensaban como ellos al monte y allí los mataban y metían en fosas comunes que nunca nadie ha abierto. Algunas de las personas que participaban en las sacas eran del mismo pueblo y los vecinos lo sabían, lo que creaba un clima de silencio. Recuerdo de mi infancia que no se podía sacar este tema, no se podía hablar de él, aunque eso no significaba que no estuviera presente. El silencio provoca el deseo de indagar en todo eso. Además, hablar de una guerra es hablar de todas las guerras y éstas siguen existiendo. Es hablar del horror del que es capaz el hombre, de la oscuridad de su corazón, pero también de los gestos de grandeza y dignidad, heroicos y de generosidad.
– A pesar de reflejar la complejidad de la vida, en su obra siempre hay sitio para la luz.
– Me interesa mucho encontrar la luz que hay en los territorios más oscuros. En la novela, hay un momento en el que dos niños, escapando de los falangistas, se pierden en el monte y, en medio de la oscuridad, empiezan a surgir luces que les alumbran el camino. Son luciérnagas. Es la luz que resplandece en el momento más oscuro y yo busco esos instantes. Para mí, Donde no estás es una novela en lo que lo fundamental son las historias de amor: de una madre con su hija, de dos hermanos, un hombre y una mujer, etc. La pasión amorosa en todas sus formas, por su capacidad de hacer presente ese mundo maravilloso, esos momentos de transfiguración. El diálogo entre la belleza y la pena es la realidad más honda del ser humano y a mí me gustaría que mis novelas fueran eso.
– Las mujeres ocupan siempre un papel predominante en sus novelas, ¿por qué?
– Los personajes femeninos predominan en mis novelas y acaban apropiándose de ellas, aunque no me lo plantee así. Me resultan más interesantes porque las generaciones anteriores de mujeres no podían tener la vida que querían. En su mayoría, estaban relegadas al ámbito doméstico, postergadas al varón, pero ellas tenían sus deseos secretos, con los que soñaban y que muchas veces llevaban a cabo a escondidas. Mi concepción de la literatura tiene que ver con todo eso, con ese anhelo en el que hablamos de verdad de nosotros mismos, de lo que nos gustaría vivir. En ese sentido, los personajes femeninos dan más juego.
– Por último, una curiosidad, ¿es usted un escritor metódico o escribe sólo cuando le llega la inspiración?
– Soy muy metódico, en realidad yo creo que todos los escritores somos metódicos porque es la única forma de escribir una novela y de tener continuidad. Hay que escribir, incluso cuando no te apetece, porque a lo mejor ese día en que no tienes ganas y piensas que va a ser un desastre, es el mejor y encuentras algo que vale la pena. Yo escribo con disciplina y metódicamente, desde que me levanto hasta que almuerzo.