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Amor en la ocupación

Imagen de la película 'Suite francesa'
Imagen de la película 'Suite francesa'
Imagen de la película ‘Suite francesa’

Fernando Gracia Guía. / Casi seis décadas después de haber sido escritas, las páginas de tres relatos que debían haber llegado a ser cinco, fueron encontradas por las hijas de Irene Nemirovsky, escritora francesa de origen ucraniano, gaseada en Auschwitz.

La conjunción de esos relatos devino en ‘Suite francesa’ y se convirtió en un gran éxito editorial del que pudimos disfrutar en nuestro país muy pronto. Fue premiada con el prestigioso premio Renaudot y parecía evidente que no tardaría mucho en convertirse en película.

Saul Dibb ha sido el encargado de narrar en la pantalla el soberbio fresco que la escritora pergeñó, que unía a su intrínseca calidad el hecho de haber sido escrito desde dentro, o sea mientras Francia era ocupada por las tropas alemanas, sin perspectiva histórica, o sea no ‘a toro pasado’, empleando la manida frase taurina.

Ante la evidente dificultad de abarcar toda la novela el cineasta se ha centrado en una de sus historias, la de la relación entre una joven casada con un francés movilizado y un oficial alemán instalado en su casa palaciega, no en balde se trata de la morada de su marido y su suegra, terratenientes en la campiña francesa.

Alrededor de esa historia de amor imposible se mueve la vida cotidiana en la Francia ocupada, eterno tema de debate en el país de nuestros vecinos. No alcanza el guión la altura que podría haber tenido, aunque en todo momento se mantiene en un tono medio aceptable que hace que la película se vez con facilidad e interés.

Las subtramas están unas mejor desarrolladas que otras y desde luego no alcanzan la fuerza que quien suscribe apreció cuando leyó el libro hace unos años. Pero en líneas generales se puede llegar a la conclusión de que la película es defendible y recomendable para el público, aunque uno piense que en mejores manos –incluyo aquí a los productores- podía haber llegado algo más lejos.

La ambientación es correcta, reflejando ese pueblo de la Francia profunda lo que fue en gran medida la vida en aquellos años. No han abundado las películas que hablen de la convivencia entre alemanes y franceses, siendo más abundantes las que recogían las andanzas de la Resistencia. La mala conciencia en algunos casos ha servido de freno para ahondar en lo acontecido en unos años ciertamente duros para nuestros vecinos.

Michelle Williams, recientemente vista en ‘Una semana con Marylin’ compone con eficacia su personaje de joven mal casada. Matthias Schonaerts resulta un alemán tópico y correcto y quien se lleva como de costumbre el gato al agua es la magnífica Kristin Scott Thomas, aquí en el papel de suegra.

A destacar la presencia de un actor no muy conocido en nuestro país, aunque sí seguramente para los buenos aficionados, como es Lambert Wilson, hijo del gran George Wilson, otra figura legendaria en el teatro y cine francés. Lambert interpreta a un vizconde que a su vez ejerce como alcalde del pueblo, en uno de los papeles mejor diseñados posiblemente de la adaptación cinematográfica.

No es ‘Suite francesa’ un filme redondo, ni mucho menos. Pero sí es suficientemente atractivo para el gran público como para que merezca la pena su visión. Añadiré que para justificar su título, muy coherente en el libro, ya que es la suma de historias que componen un todo al reunirlas las hijas de la escritora y formar así una “suite”, en el filme se ha añadido una ingeniosa coda musical que justifica el título en la película. Ya la observarán si deciden ir a verla.

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