Redacción: / Musa y esposa de Robert Guediguian, realizador francés de origen armenio a quien pudimos conocer en Zaragoza cuando le premiaron en la última edición del fenecido Cinefrancia, la actriz Ariane Ascaride se presenta a priori como el mayor motivo de atracción de “La profesora de Historia”.
Quien haya visto las numerosas películas que se han estrenado en nuestras pantallas con la menuda actriz, sabrá de su expresividad, su aspecto de mujer común, el entusiasmo con el que defiende sus personajes, y no se sentirá defraudado visionando esta nueva película francesa que ha aterrizado en nuestra ciudad.
Interpreta en esta ocasión a una profesora que ejerce en un instituto de enseñanza media de Créteil, en la periferia de París, lo que allí llaman “la banlieu”. Una población multicultural, con evidentes problemas de convivencia, donde no resulta fácil conciliar el espíritu laicista de una institución dependiente del estado con las exigencias de sus ocupantes, provenientes de sitios muy diversos con costumbres y religiones variadas.
Inspirada la historia en hechos reales ocurridos en 2009 y filmada en el propio instituto donde acontecieron, el desarrollo de su guión nos lleva por terrenos ciertamente muy transitados, pero a mi modo de ver siempre interesantes.
La historia del cine abunda en películas sobre profesores en clases conflictivas. No es la que ahora nos ocupa tan dura como otras –véanse “Rebelión en las aulas” o “Semilla de maldad”, por citar algunas- o tan poética y lograda como “El club de los poetas muertos”, o tan conseguida como la laureada “La clase” de Laurent Cantet –quien, por cierto, recibirá en breve el premio Buñuel en Huesca-.
Pero su historia es edificante y positiva y poco a poco nos atrapa lo suficiente como para perdonar la no muy abundante inspiración de la directora del filme a la hora de abordar el asunto.
Cuentan las crónicas que la idea del filme nació de un encuentro entre un chico negro, Ahmed Dramé, y la realizadora Marie Castille Mention Schaar. El muchacho había escrito un relato sobre algo ocurrido en un instituto, cuando una clase conflictiva se presentó a un concurso de ámbito local sobre un tema relacionado con el genocidio nazi. A la realizadora le gustó la propuesta y plasmó en un guión cinematográfico la idea de Dramé, a quien luego dio un papel importante en el filme. Por cierto que esa interpretación le valió al joven actor una nominación para los premios César de la Academia Francesa de cine.
Es evidente que la historia, su intencionalidad y la importancia de lo que cuenta está por encima de su calidad cinematográfica a la hora de verte todo ello en imágenes, pero se puede decir que el filme cumple sobradamente sus objetivos y que resulta muy interesante para el espectador medio, que en absoluto saldrá defraudado.
El título original francés es mucho más elocuente que el más manido utilizado en nuestro país. “Los herederos” dice mucho más sobre la intencionalidad de la producción. Esos muchachos son efectivamente herederos de un tiempo del que desconocen casi todo, aunque se esté refiriendo a un pasado inmediato. Pero no pensemos que eso solo ocurre en los barrios periféricos de la gran urbe de París. Analicemos los conocimientos de muchos de nuestros muchachos ahora mismo sobre la historia de nuestro país relativa a una o dos generaciones hacia atrás y seguramente nos echaremos las manos a la cabeza.
Una propuesta, pues, interesante, que se puede recomendar dentro de esta pequeña atonía que sufre nuestra cartelera tras los fastos de hace uno o dos meses con el gancho de los oscar y los goyas.
FERNANDO GRACIA