Marcos Díaz. / Italia es un país que posee un legado artístico impresionante. Florencia, uno de sus rincones más emblemáticos. Borja Purroy (Zaragoza, 1987) es un historiador del arte que eligió este destino para completar una beca Leonardo. Buen conocedor de Italia, esta aventura en Florencia es su segunda incursión en el país, ya que residió durante 10 meses en la región de Calabria en el año 2009, gracias a una beca Erasmus. Hablamos con Borja para que nos cuente cómo está siendo esta segunda estancia en el país transalpino.
– ¿Cómo surgió la oportunidad de ir a Italia?
– Llevaba cuatro meses buscando trabajo en Zaragoza. Tenía en mente hacer las prácticas del máster y también empecé a buscar trabajo de todo, de lo que saliera. Por circunstancias de la vida me ví sin pareja, sin trabajo -también había terminado el taller de arteterapia que impartía- y sin saber muy bien qué hacer con mi vida. En esta situación, fueron los amigos los que me animaron a buscar unas prácticas en el extranjero. Fui a la FEUZ (Fundación Empresa-Universidad Zaragoza) a pedir información a principios de noviembre y me dijeron que podía acceder a la beca Leonardo de Vinci, pero que empezaba en tres semanas y tenía que encontrar empresas dispuestas a seleccionarme antes. A mí me apetecía volver a Italia y decidí Florencia como destino. Es una ciudad de arte, con mucho turismo y tiendas de anticuarios. Probé a bombardear la ciudad con mis currículums, a enviar mails a galerías de arte, anticuarios, museos… Finalmente, me escribió una mujer, presidente de una asociación de anticuarios, y me ofreció trabajar allí. Hicimos todos los trámites y en el FEUZ me dijeron que buscara alojamiento.
– ¿Cuál es tu desempeño allí?
– Sobre todo, realizo trabajo administrativo para la asociación. También hay otra parte del trabajo, relativa a lo que estudié, que es la investigación y catalogación de obras de arte. Por ejemplo: en la sede donde trabajo hay pintados frescos que representan unos escudos y mi tutora me encargó que investigara acerca de su origen. Esa es la parte para la que más preparado estoy.
– La gran cantidad de arte que produce y ha producido Italia a lo largo de la historia, ¿ha sido determinante para elegir ese destino?
– Sí, básicamente ha sido por eso. Para un historiador del arte Italia es, por así decirlo, La Meca. También por eso decidí irme de Erasmus aquí. También conocer el idioma ayuda. Aunque por oportunidades laborales no es quizá el mejor sitio.
– España tampoco se queda atrás en cuanto a producción artística y es un país que cuenta con grandes figuras y obras importantes históricamente, ¿crees que en España descuidamos más esta faceta, sobre todo a nivel institucional?
– España el ámbito artístico está bastante protegido y hay difusión, pero porque saben que pueden obtener un beneficio económico, muchas veces asociado al turismo. No es precisamente por amor al arte.
– ¿Cómo es vivir en una ciudad como Florencia para un historiador del arte?
– Es una gozada. Pasear por sitios que has estudiado muchas veces, entrar en ellos y verlos en vivo es un privilegio.
– Es la segunda vez que estás en Italia, ya que estuviste 10 meses en Calabria, una región al sur del país, de Erasmus. Ahora estás en Florencia, ¿existe mucho contraste entre el norte y el sur?
– Sí, pero eso ya me di cuenta cuando hice el Erasmus. Hay muchas diferencias en muchos aspectos, como en el carácter de la gente, pero sobre todo en las infraestructuras. El norte es más centroeuropeo y el sur es un estilo mediterráneo.
– ¿Qué tal nos ven los italianos?
– Hay de todo pero, generalmente, hay cariño. Yo me encuentro a mucha gente que me dice que somos primos, pero yo pienso que somos primos lejanos. También hay muchas diferencias culturales. Nos parecemos bastante pero hay muchas cosas que son diferentes. En general, la gente tiene bastante cariño a nuestra península. También hay cosas comunes. Cuando estaba de Erasmus vi que algunos compañeros jugaban a la murra, un juego parecido a los chinos que también lo practican en la zona de Teruel -de donde viene la familia de mi madre- y que allí llaman morra. Resulta que ese juego llegó a la península por los contactos históricos que hubo entre aragoneses e italianos. El origen está en Italia y cuando llegó a España gustó y se quedó.
– ¿Has encontrado algún problema por ser un español trabajando en el arte en Italia? ¿Son muy protectores en ese sentido?
– No. Es más, les resulta llamativo que haya venido desde Zaragoza a trabajar en este campo. Además, aunque tenga un nombre algo peculiar para ellos, he tenido suerte porque un jugador de la Fiorentina se llama como yo (el futbolista Borja Valero). Es un nombre que les resulta extraño pero, gracias a esto, ya lo saben escribir y no tengo que deletrear mi nombre. Eso también me ayuda a adivinar quién sabe de fútbol. También me sorprende encontrar a personas repartidas por el mundo, de cualquier otra parte como China o Australia, que te hacen la vida más fácil y mejor. Encontrarte a gente de culturas muy distintas en lugares variopintos de esta índole ayuda a recuperar la fe en el género humano; gente de sitios tan distintos con valores tan parecidos, como la intención de ayudar al otro.
– ¿Te gustaría quedarte en Italia?
– Ahora mismo me gustaría quedarme y es lo que estoy intentando hacer porque acabo la semana que viene las prácticas. Aquí estoy a gusto. La intención es alargar la estancia.
– ¿Te lo planteas como un destino definitivo?
– Yo en Zaragoza estoy muy bien. Es mi ciudad y allí tengo a la familia, mis amigos… Supongo que la gente que se va fuera siempre tiene la esperanza de volver pero, por ahora, nos quedamos.
– ¿Qué buena noticia te gustaría compartir?
– Que he encontrado trabajo aquí. También sería una buena noticia que todo el mundo que se ha tenido que ir de casa, cualquier inmigrante que haya decidido irse, lo haya hecho por elección y no forzado por las circunstancias. Que se pueda decir: ‘yo vivo aquí, puedo trabajar aquí de lo mío, pero elijo irme fuera’. Estaría bien que, el día de mañana, todos los que están lejos de su tierra puedan volver para quedarse.