Fernando Gracia: / Y así viene a ser hasta la mitad del filme. Todo transcurre de forma entretenida aunque sin sorpresas, con algún que otro chiste verbal que se diluye en la traducción, a la espera de que ocurra algo. Y ocurre. El guión da un brillante giro en su segunda mitad, del que no conviene saber nada a priori y la película se convierte en otra cosa. Y desde luego en algo bueno, porque eleva su tono hasta abocar en un ajustado final que deja satisfechas nuestras expectativas de espectador.
Vendida como una suerte de nueva “Pequeña Miss Sunshine”, no está desatinada la comparación, lo que puede muy bien servir a los potenciales espectadores para intuir qué les espera. Apoyada en la muy ajustada interpretación de su elenco, con mención especial a las niñas y al veterano Billy Connolly, que compone un abuelo entrañable, menos heavy que Alan Arkin en la citada de Miss Sunshine, pero igualmente destacable.
La mamá es la cada vez más requerida Rosamund Pike, a quien no hace mucho vimos protagonizar “Perdida”, aquí en un rol más convencional. La pareja de directores y guionistas, Andy Hamilton y Guy Jenkin, unos desconocidos para quien suscribe, componen un filme bien medido, que oscila con gracia entre la comedia con pocas risas y el melodrama más o menos poético, y que tiene bastantes puntos a su favor para convencer al público en general.
Rodada en hermosos escenarios de las tierras altas de Escocia, no abusa en exceso de los gags que se podían haber dado al comparar las formas de vida de esos lugares con los de una gran capital de Inglaterra. De hecho el filme tiene la virtud de no repetir incansablemente ciertas situaciones más o menos graciosas como en ocasiones nos es dado contemplar en películas adscritas al difícil género de la comedia.
Una buena opción para pasar un rato suficientemente agradable, disfrutando con esos niños, su imaginación y las leyendas atribuidas a esas tierras del norte, como son las de los vikingos.
Fernando Gracia