Redacción. / Arqueólogos de la Universidad de Zaragoza presentan este viernes 5 de junio, en Huesca, los resultados de dos décadas de investigación sobre la Prehistoria en el entorno de Graus. Pilar Utrilla y Carlos Mazo, responsables de esta investigación, presentan el libro ‘La Peña de Las Forcas’, que recoge los trabajos realizados, desde 1990, en los abrigos rupestres de esa zona –en los que se ha encontrado la cerámica más antigua del noreste penínsular–; y que describe posteriormente la llegada del Neólitico al Valle del Ebro, a partir de la comparación con los restos del mismo periodo catalogados en toda la cuenca. Les acompañarán en este acto, Rafael Domingo, secretario técnico de la publicación, y Lourdes Montes, una de las coautoras. La plaza López Allué acoge, a partir de las 19 horas, esta presentación, abierta al público, que forma parte de la programación del Campus de Huesca en la Feria del Libro oscense.
A lo largo de más de 400 páginas, esta obra publicada por Prensas de la Universidad de Zaragoza, se adentra primero en las excavaciones desarrolladas, en la década de los noventa, en los abrigos de ese enclave prehistórico de la Ribagorza oscense, para luego recoger los estudios realizados posteriormente, por una veintena de especialistas, sobre los materiales y datos recopilados.
Pilar Utrilla y Carlos Mazo, coordinadores del, libro, dirigieron los trabajos arqueológicos que se desarrollaron allí, de 1990 a 1997, en ese espacio situado estratégicamente en la confluencia de los ríos Ésera e Isábena -en una zona propicia para la caza-. Dos yacimientos, los conocidos como Forcas I y Forcas II, ofrecieron a los investigadores testimonios de la presencia humana en ese espacio, en un largo periodo que va desde el más antiguo Magdaleniense Inferior, al final de la glaciación, hasta el Neolítico y Eneolítico. El que ofrezca información sobre tan larga etapa, y el que sea el lugar donde se ha encontrado la cerámica más antigua del valle del Ebro, marcando una temprana llegada de elementos de la cultura neolítica, son dos de los elementos que marcan la importancia científica de ese enclave.
Forcas-I está situado cerca del puente de Abajo de Graus, y a pesar del impacto de intervenciones humanas previas que había sufrido –por extracción de gravas-, ofreció notables restos de ocupaciones de cazadores-recolectores del final del Paleolítico superior, hace entre 18000 y 11000 años.
Tras un vacío de ocupación de algo más de un milenio, se ocupa Forcas-II, a unos 400 metros al norte, junto a la confluencia del Ésera y el Isábena. Este yacimiento ha ofrecido materiales del Mesolítico y acoge algunas de las primeras ocupaciones neolíticas que conocemos en el Valle del Ebro. Posiblemente los habitantes eran aún cazadores y recolectores, y no practicaban la agricultura, pero ya conocían elementos de cultura material nuevos como la cerámica. El último uso prehistórico de este abrigo rocoso es funerario: en el Calcolítico se produce un enterramiento aprovechando una grieta entre bloques de conglomerado. Por último, en época romana se documenta un breve uso del sitio, cuya finalidad podría estar relacionado con un puente que cruzase el Ésera.
Herramientas y materiales de piedra o hueso, cerámicas, plaquetas decoradas, restos de animales del entorno, o de conchas marinas fruto de intercambio con otras regiones, son algunos de los hallazgos de estos enclaves, que junto con estudios de los suelos y de otros elementos, han permitido a los investigadores conocer las formas de vida de sus pobladores prehistóricos, y las condiciones ambientales y del entorno en que la desarrollaban.
Los autores estudian además, la dinámica cultural del conjunto del valle del Ebro en la etapa de los últimos cazadores-recolectores, y el primer neolítico, contrastando los resultados de estos yacimientos, con los recogidos en los del resto de la cuenca (en el conjunto del actual Aragón, Navarra, Álava, y otras áreas).
El libro, que forma parte de la colección de Monografías Arqueológicas, que coordina el Departamento de Ciencias de la Antigüedad de la Universidad de Zaragoza, han participado, además de Utrilla y Mazo una veintena de investigadores, de diversas disciplinas, de las Universidades de Salamanca, Valencia, Burdeos, Barcelona y Zaragoza (entre ellos varios especvialistas del Campus de Huesca), así como del CSIC y de otros centros de investigación.
Los autores han querido dedicar esta publicación a Pilar Fumanal, geomorfóloga valenciana, que realizó, ya muy afectada por la enfermedad que provocaría su fallecimiento, uno de los estudios que recoge el libro.