FERNANDO GRACIA:/ Un excelente comienzo, en el que vemos a una famosa actriz viajando en tren acompañada de su asistente personal, nos introduce hábilmente en una trama de apariencia leve, pero que se va enriqueciendo con diferentes capas, hasta convertirla en una más que interesante inmersión alrededor del mundo de la interpretación y de los egos, aunque alcance a otros muchos temas más.
La actriz, Juliette Binoche, va a recoger a Suiza un premio en nombre de un escritor que fue fundamental en el comienzo de su carrera. Una serie de conversaciones, la mayoría vía teléfono móvil, nos introducen en lo que es la vida cotidiana de esta mujer, en el fondo algo aislada del mundo exterior por la capa de protección que le aporta su joven asistente, una excelente Kristen Stewart.
Las circunstancias llevan a aceptar a esta ya famosa actriz un papel en un próximo montaje teatral londinense, el de la protagonista madura de una obra que ella ya representó años antes haciendo la antagonista joven.
La preparación de la obra, los cada vez mayores paralelismos entre su argumento y la relación personal entre actriz y asistente, van formando el corpus de la película, que adquiere por momentos un cariz teatral, aunque esté rodada de forma absolutamente cinematográfica.
Remite el filme de Olivier Assayas, reconocido director francés, pero poco estrenado en España, a temáticas propias del cine y teatro nórdico. Se ha hablado al hilo de este filme de posibles influencias bergmanianas. Yo añadiría algunas de Strindberg, aunque la visión del filme me ha remitido a la película “La sombra del actor”, y no la que se pudo ver recientemente con Al Pacino, sino la que se estrenó en los ochenta con el mismo título con Albert Finney interpretando a un actor famoso y a Alan Bates haciendo de su asistente –su “vestidor”, como rezaba el título original inglés-.
Se abordan varios temas en los abundantes diálogos de la película, a veces con cierto tono ligero, como de comedia, incluso de sátira hacia cierto tipo de cine. Por ejemplo, cuando se hace referencia a la película de ciencia ficción que viene de rodar la joven actriz que hará el papel que ella hizo años antes. Binoche se muestra escéptica respecto a la calidad de ese tipo de producciones, aunque luego piensa si no será por cosas del paso del paso del tiempo.
Viendo la escena me ha venido a la mente lo que este mismo fin de semana ocurre en las carteleras de nuestro país, ocupadas en su mayoría por los dinosaurios jurásicos. En nuestra ciudad, dieciséis salas nada menos.
No se trata este “Viaje a Sils María” de una película precisamente mayoritaria, y es evidente tras lo leído que está pensada para paladares un tanto exigentes, preferiblemente que además gusten del teatro y del mundillo que le rodea. Pero también me parece evidente que puede ser el título más significativo de los que han llegado a nuestras pantallas.
No se trata de una obra redonda, algunos minutos menos quizá le hubieran sentado bien, hablar de Bergman ya es otra cosa, pero quien suscribe ha pasado un buen rato viendo un producto inteligente, servido por excelentes imágenes rodadas en los Alpes y con dos buenas actrices, la siempre solvente Juliette Binoche y esta muchacha que yo no conocía más que por fotos, ya que su éxito en la saga de los Crepúsculos me lo salté por razones que resultan obvias a poco que me hayan leído en alguna ocasión.
FERNANDO GRACIA