Fernando Gracia:/ No son fechas estas para que nuestras pantallas se adornen con estrenos de importancia. Así que elegir película resulta un albur para quien suscribe. El hecho de figurar Maribel Verdú en el reparto de una de ellas, “Sin hijos”, acaba por ser el hecho determinante para escogerla, aun no esperando gran cosa a priori respecto a lo que uno puede encontrar.
Y la visión de esta coproducción hispano argentina lo confirma: una comedia sin excesivo lustre que comienza como alocada, continúa en plan sexy y remata como romántica. Todo ello con el aditamento de ser “comedia con niño”, en esta ocasión una chica de nueve años, con el riesgo que esto representa.
Un divorciado padre de una chica se enamora de una mujer cuyo único “defecto” es que no quiere saber nada de niños. El hombre ocultará la existencia de su hija y cuando la mujer la conozca seguirá mintiendo y embrollando cada vez más la situación, convirtiéndose esto en el corpus central de la comedia.
Como luego deriva en romántica, todos sabemos que de una forma u otra se encaminará hacia un final feliz, que llega sin mayores sorpresas. En fin, una comedia amable, que depende en grado sumo de la labor de sus intérpretes. En este caso, además de nuestra compatriota, que está como acostumbra – o sea, bien, y por si fuera poco en un registro no habitual en su carrera- tenemos a Diego Peretti, ese actor tan popular en su país y fácilmente reconocible por su prominente nariz y su forma particular de decir los textos.
Este actor, que se dio a conocer en nuestro país sobre todo por “No sos vos, sos yo” y “Tiempo de valientes” puede resultar cargante en algunas ocasiones y en esta no es ninguna excepción, si bien lo hemos visto más desmadrado otras veces. Algo parecido le ocurre a la niña Guadalupe Manent, elegida según dicen entre seiscientas postulantes. Se mueve en el límite de ser cargante sin llegar a caer en ello, pero poco le falta. En principio parece que fuéramos a ver una especie de Mafalda –por aquello de ser argentina- pero luego resulta que no. Qué más quisieran los guionistas y el director.
Tampoco es ni de lejos como era Ron Howard (de mayor, director de éxito) en la película de los sesenta que podría ser el paradigma de “filme de papá con niño”, que en mi opinión es “El noviazgo del padre de Eddie”. Claro que en este caso, que luego daría pie a una serie de televisión, quien estaba tras la cámara era nada menos que Vincente Minnelli. Y no vamos a comparar.
El director de la que nos ocupa es un tal Ariel Winogard, del que no consta estreno alguno anterior en España. Vamos a dejar su trabajo en discreto, aunque la propuesta tampoco daba para excesivos lucimientos. Saca la cámara a la calle para mostrarnos un amable Buenos Aires y no sujeta demasiado a Peretti, aunque dudo que se pueda.
En suma, una comedia amable, sin sorpresas, cuya mejor baza es ver a la Verdú en un registro poco habitual, tan atractiva como acostumbra, pelín más sexy que en sus últimos papeles, que sirve para pasar un rato fresquito a mediados de un mes que no se distingue precisamente por la calidad en la oferta de nuestras pantallas, salvo honrosas excepciones.