Diego Medina Ruiz:/ Cantavieja, capital del Tigre del Maestrazgo
La semana pasada terminamos la biografía de Ramón Cabrera en 1835, cuando fue nombrado Comandante General del Bajo Aragón. Su primera media fue en hacer de esas fuerzas un ejército: organización como es debida, en batallones, escuadras y mandos; equipamiento y calzado al uso, fabricación de munición propia, hospital para los heridos y a partir de ahora las acciones y ataques estarían planeadas y estudiadas de antemano. Además, se preocupó de tener un buen sistema para gestionar las raciones y las soldadas de manera que no faltasen nunca.
Desde el bando liberal se mofaban de los carlistas tachándolos de ladrones mientras que Cabrera siempre defendió la legitimidad de su ejército como defensor de la causa de un rey y equiparable al contrario. Sus acciones siempre buscaron asentar y aumentar territorio y la defensa de su legitimidad y dignificación siempre estuvo intrínseca.
El sobrenombre del “Tigre del Maestrazgo” le vino por lo sanguinario pero en defensa del tortosino, el bando cristino fue tan sanguinario o más. Además, esos brotes vinieron causados por el asesinato de Maria Griñó, una mujer inocente y piadosa, a la que el General Nogueras mandó prender y fusilar debido a la frustración por las derrotas sufridas ante los carlistas. Como represalia, Cabrera fusiló a cuatro mujeres liberales que tenía retenidas.
1836 seguía su curso y al fiel a sus pensamientos, Ramón Cabrera llevó a cabo el control territorial y consolidado de sus conquistas, que entonces abarcaban lo que actualmente son el Bajo Aragón, el sur de Tarragona, Castellón, este de Cuenca y parte de Valencia.
El bastión elegido fue la localidad turolense de Cantavieja. Un enclave privilegiado, situado en la cima de una peña desde el que se dominaba un enorme territorio y que tenía una buena defensa. Allí puso su cuartel y la sede de la Junta organizativa encargada del abastecimiento y la recaudación. Hasta una imprenta. En Cantavieja se imprimiría el Boletín del Ejército Real de Aragón.
Las expediciones carlistas
Durante ese verano se produjeron éxitos militares en Peñiscola, Ulldecona, Bañón y Torreblanca y en septiembre de 1836, Cabrera recibe la orden de incorporarse a la expedición del General Gómez, que por entonces estaba en Valencia.
Este tipo de estrategia tenía el objetivo de lograr que la población se levantase en armas a favor del Carlismo en los lugares en donde no había triunfado todavía pero con la Regente restableciendo la Constitución de 1812 a raíz de los pronunciamientos de la Granja no tuvieron mucho éxito y Cabrera volvió herido y con las noticias de la toma de Cantavieja por el general San Miguel y sus fuertes en los puertos de Beceite quemados. Para recuperarse, el tortosino puso sus miras en la rica huerta valenciana y el abril de 1837, Cabañero logró recuperar
Cantavieja para el bando Carlista.
Una nueva expedición estaba en marcha y Cabrera los ayudó a cruzar el Ebro y les dio cobertura antes de unirse a ellos. Esta expedición fue conocida como la Expedición Real, fue la más importante y su objetivo era llegar a Madrid y tomar el poder definitivamente pero, como el resto de las anteriores y pese a llegar a la capital del reino, fue un fracaso.
Ramón Cabrera, Conde de Morella
Cabrera seguía aprendiendo, tanto de las victorias como de las derrotas. De la expedición concluyó que las personas que rodeaban al pretendiente D. Carlos no contaban con mucha idea de guerra y que para vencer lo que sirven son los resultados y no las teorías.
Así pues, como al paso de las huestes de D.Carlos sus almacenes habían quedado vacíos, el tortosino dirigió nuevamente su vista hacía el levante y su huerta pero ahora también con la intención de ampliar el territorio y controlar plazas fuertes. En 1838 asaltó Gandesa, Falset, Caspe, Zaragoza o Alcañiz entre otras y conquisto Lucena y Morella. Esta última fue la elegida como nueva capital del territorio carlista.
El general Oraá, capitán general de la zona centro, consciente de la importancia de las victorias del Tigre del Maestrazgo se lanzó a la reconquista de Morella pero, la orografía y la falta de recursos hicieron mella en sus tropas y tuvo que retirarse. Esta victoria supuso el momento culminante de la carrera de Ramón Cabrera y le valió para obtener el título de Conde de Morella.
Las derrotas liberales se sucedían a la vez que los capitanes generales. A Oraá le sucedió Van Halen, que recrudeció la lucha y pactó (Lécera/Segura) con el Conde de Morella para el intercambio de prisioneros. No obstante, también salió derrotado y para regocijo del de Tortosa fue sustituido por O’Donell. Era 1839 y Ramón Cabrera estaba exhultante y llegaba al egocentrismo.
No en vano, había logrado dominar un territorio que desde Morella, Cantavieja y los puertos de Beceite llegaba hasta el Ebro por el norte, Cataluña y Valencia por el este y sur y Castilla por el oeste.
Sin embargo, por el norte peninsular las cosas no iban bien para la causa carlista y en septiembre de 1839 los generales Espartero y Maroto firmaron la paz en Vergara.
https://zaragozabuenasnoticias.com/category/cultura/apuntes-de-la-historia/