Fernando Gracia./ La carrera del director se ha mostrado harto irregular después de sus primeros títulos. Yo diría que tras su exitosa “Lucía y el sexo”. Pero siempre los aficionados hemos esperado sus obras con cierta expectación, aunque solo fuera por la habitual exquisitez de sus imágenes.
Y en la obra que ahora nos llega volvemos a ratificarnos en esta opinión. Nos encontramos ante un producto exquisitamente facturado, con bellos planos donde predomina el color blanco, adornados con una banda sonora del gran Alberto Iglesias, de corte solemne. Todo ello sirviendo a una historia dramática salpicada con leves toques si no de humor sí de relax.
No creo desvelar nada que todo el mundo sepa si digo que la historia va sobre el cáncer de mama y la maternidad. Una historia pensada para arrancar alguna que otra lágrima y que a veces recuerda la a mi modo de ver espléndida “Mi vida sin mí”, de Isabel Coixet.
El problema estriba en que a Medem se le ha ido la mano en muchos aspectos de la película, por lo que el espectador puede ver la botella medio llena o medio vacía. O sea que si se deja llevar por lo propuesto seguramente disfrutará sufriendo en su contemplación ya que obviará los excesos cometidos por el director, tanto en el guión como en la puesta de escena.
Pero si el espectador empieza por cuestionar la verosimilitud de muchas de las cosas que allí se cuentan –o mejor dicho, cómo se cuentan- posiblemente se acabará desenganchando y optará por la opinión desfavorable.
Quien suscribe reconoce que la idea del filme le gustó y no tanto –o a veces incluso nada- los delirios oníricos del guión, amén de casi todo lo que concierne al personaje de Asier Echeandía, que aquí encarna a un más que improbable médico de la Seguridad Social.
La intención del filme es absolutamente positiva y para mí, junto al capítulo interpretativo, son lo mejor de la película. Hacer algo luminoso de una historia tan triste me parece un acierto, pero el deseo de Medem de ser fiel a lo que considera su estilo le traiciona a veces y hace que el conjunto final sea cuando menos discutible.
No cabe duda que la presencia de nuestra Pe es un reclamo a priori. Me consta que son muchos los que no son nada partidarios de la madrileña, seguramente por razones ajenas a lo puramente cinematográfico. En mi opinión la señora de Bardem despacha una de las mejores actuaciones de su carrera, si no la mejor. Seguramente ella es consciente de que solo en Europa va a encontrar papales “con carne”, aunque su status de estrella internacional le lleva y le seguirá llevando a participar en “blockbusters” bien pagados que nunca añadirán gloria a su currículo.
Le acompaña Luis Tosar, tal solvente como acostumbra, en un registro diferente de los habituales. El mencionado Echevarría, a quien pronto veremos cono “el novio” en la película de nuestra Paula Ortiz, cumple en el discutible rol asignado. Hasta se permite entonar unas canciones, recordando que fue así como se dio a conocer en las tablas. Recuérdese que fue MC en el montaje teatral de “Cabaret” y que no hace mucho tuvo que pisar hasta en dos ocasiones nuestro Teatro Principal para representar “El intérprete”, donde daba buena muestra de su poderío en ese terreno.
Una propuesta que merece verse aunque solo sea para debatirlo. Manifiestamente irregular a juicio de quien suscribe… pero atractiva. Y si se deja uno llevar solamente por el corazoncito puede que digna de una opinión más favorable. Eso ya va en gustos, y sobre ellos no hay disputas.
FERNANDO GRACIA