Diego Medina Ruiz./ La primera en la Semana Santa con los tambores y bombos y la segunda, el fin de semana de las carreras con el tronar de los escapes. La iniciativa fue del médico Don Joaquín Repollés, gran aficionado a las motos y a los coches. La idea era celebrar una prueba automovilística para las fiestas en honor a la Virgen de los Pueyos y el Sto. Ángel Custodio en el mes de septiembre.
El trazado de todo circuito urbano está forzosamente limitado al de las calles y disposición de los edificios pero el ingenio del Dr. Repollés ideó el siguiente: Girando al contrario que las agujas del reloj, la salida y recta de meta estaba en la Avenida Aragón. Tras pasar por la célebre curva “El Embudo” Se continuaba por Galán Bergua (“La Monegal”) hasta el puente de Caspe y se corría paralelo al río por el Paseo Andrade hasta el cruce con la carretera (“vuelta de los puentes”) y se giraba para volver a cruzar el Guadalope por el puente de Zaragoza. Justo después se trazaba una curva a derechas (“La Barbería”) y se subía por la Ronda Teruel (“Subida del Corcho”) hasta terminar entrando en la recta de meta por la doble curva de “El Hospital” (hoy desaparecida. La calle existente en la actualidad lleva el nombre del Dr. Repollés).
A simple vista se ve un trazado de zonas rápidas y curvas lentas típicamente urbano pero los pilotos entrevistados van mas allá. Era un trazado muy técnico con subidas y bajadas en el que había que hilar fino. Aparte de “El Embudo” (que hacía honor a su nombre en las salidas de las copas Renault y Citroën) destacan curvas como “La Monegal”, en bajada y muy delicada con el asfalto deslizante, la sucesión de curvas en la vuelta de los puentes (pajarito, quitamiedos y portalón) en la que se iba a mucha velocidad y acaba con una importante frenada para negociar la curva de 90º de entrada en el puente. Con los años, dada la potencia de los coches participantes y también en pro de la seguridad, se instalaron chicanes artificiales en varias zonas del trazado.
La primera edición contó con nueve participantes y ganó Pelayo Martínez (corrió con el seudónimos “Favila”) con un Nardi 1000, esto es, un seat 600 con la preparación de la firma italiana Nardi y cuya representación para toda España llevaba el propio piloto junto con otros socios en Zaragoza. Fue la segunda, en 1966, cuando el proyecto tomó impulso. A la cita acudieron participantes de toda España porque se había conseguido que la prueba tuviese catalogación nacional.
Se realizaron tres carreras de resistencia de una hora, divididas según la categoría de los vehículos: Turismos nacionales, turismos nacionales prototipos y Gran Turismo. Al año siguiente el número de participantes continuó siendo importante y también en 1968 de modo que, en 1969, el circuito del Guadalope fue incluido en el programa de carreras de las recién creadas Copas Renault y esto supuso el empujón definitivo que se necesitaba para la continuidad año tras año.
Por las calles de Alcañiz han corrido máquinas de competición realmente importantes: Ford GT40, Porsche Carrera, Alpine A110, Lancia Stratos, BMW M3, Nissan Skyline, Renault 5 Turbo, Fiat-Abarth por citar algunas. Sin embargo, los coches que realmente que emocionaron al público en general fueron los de las copas de promoción. Se trataba de competiciones auspiciadas por las marcas para promocionar sus productos. Eran asequibles para muchos bolsillos y una gran oportunidad para jóvenes pilotos de aprender y labrarse una carrera en este mundillo, así que acudían en masa hasta la capital del Bajo Aragón. Un estricto reglamento favorecía la igualdad entre los coches por lo que la habilidad del piloto primaba sobre otras cosas. Los Renault 8 TS, R5 TS y TX, Copa y Copa Turbo, R5 GTS y GT Turbo, Citroën AX, Saxo y ZX dieron mucho espectáculo al espectador y se vivieron carreras muy emocionantes.
Por el Guadalope han pasado muchos pilotos de renombre (Jorge de Bragation, Juan Fernández) y otros se lo han hecho (Carlos Sainz, Luis Pérez-Sala).
La seguridad siempre ha sido una prioridad y a medida que los años pasaban y los vehículos eran más veloces las normas cambiaban y los organizadores no cesaron nunca de trabajar para adecuarse a ellas e incluso mejorar en ese aspecto modificando las zonas de boxes, instalando vallas, quitamiedos, chicanes y lo más importante, concienciando al público. Desde 1965 hasta 2003 sólo en 1980, 1981 y 1998 dejaron de celebrarse carreras. Durante todos esos años se produjeron muchos accidentes, sobretodo en las copas de promoción, pero sólo tuvieron como resultado chasis doblados y facturas del chapista. En 38 años sólo hubo que lamentar un fatal accidente en 1987 y a partir de entonces la seguridad aun fue todavía más importante y concienzuda. No obstante, Alcañiz no es Mónaco y en 2003 se celebró la última carrera.
Hoy día, las rotondas han acabado con el circuito del Guadalope pero los escapes siguen rugiendo en Motorland.
Diego Medina Ruiz.