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“No cambiaré de opinión”

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Yolanda Cambra./  El otro día, esperaba la respuesta de una persona y me la comunicó a través de Whatsapp.  Evidentemente, su decisión no me favorecía, y cerraba su sentencia con un rotundo “Lo siento, pero no cambiaré de opinión”. Creo que esa coletilla final, me hizo más difícil de digerir el mensaje. Ahora, a toro pasado, hasta soy capaz de imaginarlo pronunciándolo y se me escapa una sonrisa, visualizándolo en plan Paco Martínez Soria en su papel en “Don erre que erre”. Precisamente, porque, en la medida que lo conozco, es una persona a la que admiro muchísimo. Se parece mucho a mí, demasiado quizá, me gusta ver reflejados en él los valores que rigen mi vida. Pero también, en varias ocasiones, me han resultado muy evidentes en él comportamientos y reacciones que yo he tenido que trabajar en mí misma porque me provocaban sufrimiento.

Analizando esta frase, que verbaliza una postura inamovible, me he dado cuenta de que conozco a varias personas que la utilizan con cierta frecuencia. ¿Qué hay detrás de estas posturas?

Como ya he comentado alguna vez, el cerebro no tolera la incertidumbre, prefiere una mala noticia, a estar a la espera de un resultado. Es entonces comprensible que, una vez tomada una decisión, no se desee volver a valorarla y dar el tema por zanjado.

Y sería una opción válida si no viviésemos en un sistema en continuo movimiento: la gente cambia, las circunstancias cambian, las opiniones cambian… Lo que hoy es negro, mañana puede ser gris y, dentro de un mes, incluso blanco. ¿Qué supone entonces cerrarnos en banda? Muy fácil: perder oportunidades.

Pero entonces, ¿por qué lo hacemos? Por seguridad. Esa decisión se toma en un momento que conocemos como “secuestro emocional” en el que estamos completamente afectados por nuestras emociones. Tomamos la decisión de forma totalmente subjetiva y necesitamos la certeza de que no cambiaremos de opinión. No nos vale con poner un candado, queremos tirar la llave, porque en el fondo, muy en el fondo, sabemos que si conservamos la llave, quizá, en algún momento, deseemos usarla para abrir el candado de nuevo. Y eso nos haría sentir débiles y que nos hemos traicionado a nosotros mismos porque, en origen, habíamos decidido otra cosa. Afirmar “No cambiaré de opinión” es tocar chufa por mí y por todos mis compañeros, finalizando el juego de un plumazo y manteniéndonos en la tibieza agradable de nuestra zona de confort.

Y vuelvo otra vez a insistiros en la necesidad de “permitirnos”: Permitirnos sentir, permitirnos equivocarnos, permitirnos cambiar de opinión, permitirnos ir… y quizás volver, permitirnos perdonar después de odiar, permitirnos aceptar los cambios y reconocer los errores, permitirnos romper con los esquemas de siempre, permitirnos pensamientos cambiantes porque eso es aceptación, no indecisión.

Después de todo, ya lo dijo Charles Darwin “Las especies que sobreviven no son las más fuertes, ni las más rápidas, ni las más inteligentes; sino aquellas que se adaptan mejor al cambio”

Yolanda Cambra

Coach personal y nutricional

www.yolandacambra.com

 

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