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Raskolnikov

irrational
Irrational

Fernando Gracia./  Empezaré por decir que soy de los que piensan que una película de las normalitas del neoyorquino vale más que la inmensa mayoría de comedias firmadas por otros autores. Y también soy de los que opinan que lo mejor de su talento ya lo ha mostrado y que difícilmente se va a superar.

Con todas esas premisas por delante, me apresuro a afirmar que esta “Irrational man” que nos trae me ha gustado y me ha hecho pasar un rato delicioso. ¿Mejor que en otras ocasiones? Seguramente no, ¿y qué? ¿Acaso es obligatorio que cada obra sea superior a la anterior?

Me maravilla cómo este casi octogenario tiene la capacidad de pergeñar cada temporada una historia que según se mira es siempre diferente, pero que casi siempre se parece a algo que ya hemos visto.

No es excepción en esta oportunidad, ya que en esta historia de un profesor universitario de filosofía que se mueve entre dos mujeres advertimos ecos de “Delitos y faltas” y “Misterioso asesinato en Manhattan”, amén de su obsesión por la muerte. Añádase a ello el más claro de todos, una referencia literaria, que en esta ocasión nos remite a Dostoievski y más claramente a su personaje de Raskolnikov, protagonista de “Crimen y castigo”.

No quedan ahí los guiños: unas gotas de Patricia Highsmith y unas cuantas de Hitchkock , y agitado el cóctel resulta una película que plantea un problema serio de moral presentado en tono de comedia, que subraya adornándolo con una banda sonora, preferentemente jazzística, que remite inevitablemente a dicho género.

Unos diálogos ingeniosos –como casi siempre en su larga carrera- y una deriva en el guión que nos lleva desde un comienzo donde parece que nos van a largar discursos filosóficos hasta una historia romántica, para desembocar en una trama de misterio casi policíaca. Todo ello perfectamente rematado en un hábil final.

¿Qué más queremos los que gustamos del genio del judío que ganó hace unos años el Príncipe de Asturias? Ahora vendrán las discusiones y comentarios de siempre entre los aficionados, tendentes a discutir si es mejor o peor que aquella otra de hace equis años. A que se copia a sí mismo -¿qué creadores no lo hacen? ¿No se llama a eso “estilo propio”? ¿Y nuestro Almodóvar, por poner un ejemplo cercano?-. Personalmente, como espectador, este tipo de discusiones me traen el pairo. Quien suscribe disfrutó con la ingeniosa y hábil propuesta de Allen y solo pide que siga haciendo películas y nos mande una cada año, aunque solo sea para quitarnos de encima la mediocre impresión que otros supuestos comediantes nos produce en nuestros baqueteados cuerpos de espectadores impenitentes.

Como es habitual en sus películas, extrae lo mejor de sus actores. Joaquin Phoenix, un excelente actor casi siempre, despacha una de las mejores actuaciones de su carrera. Y Emma Stone, que repite con el director tras “Magia a la luz de la luna”, exactamente igual.

Comentario final: aquellos a quienes no guste el cine de Allen –no es obligatorio- tampoco se convertirán con esta película. Posiblemente el neoyorquino no haga cine desde hace años más que para sus seguidores, que preferentemente somos europeos.

Uno piensa que ese no es más que otro signo de su inteligencia.

FERNANDO GRACIA

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