
Francisco Javier Aguirre./ Lo pudimos comprobar el pasado día 25, viernes, en la sala Mozart del Auditorio. El lleno absoluto de las casi 2000 localidades del recinto ya era todo un síntoma. La aparición en escena de este violinista singular, desató los primeros aplausos. En el escenario le esperaba la Joven Orquesta Nacional de Armenia, la formación con la que está realizando una gira por media España ofreciendo unas actuaciones sin programa previo, al menos desde el conocimiento del público.
Como quiera que el artista ha actuado media docena de veces en Zaragoza en los últimos años, sus adictos adivinan en parte el repertorio que traerá, en el que no pueden faltar Vivaldi –con alguna referencia a sus ‘Cuatro Estaciones’–, ni las melodías de raíz étnica, ni el recurso a Sarasate, más algunas otras piezas previsibles.
La espontaneidad con que suele conducir sus espectáculos, es otro de los alicientes. Entre pieza y pieza desgrana explicaciones y anécdotas que amenizan la función, aunque sea en detrimento del tiempo dedicado a la música. Sus adictos lo prefieren así, pero a los melómanos de perfil más académico les parece excesiva la verbosidad del violinista. En ella radica, sin embargo, buena parte de su éxito, porque la gente ríe y se divierte al tiempo que disfruta de las interpretaciones.
Es mérito de Malikian el haber contribuido a divulgar la música clásica, como en otro tiempo lo hicieron Waldo de los Ríos o Jacques Loussier, y en la actualidad lo siguen haciendo Andrè Rieu –con su Stradivarius– y Luis Cobos, entre otros. Una de sus habilidades es dar entrada a versiones sinfónicas de partituras que no tuvieron ese origen, con lo que consigue ampliar el espectro de sus seguidores y satisfacer sus gustos.
En el concierto del viernes, día 25, pudimos escuchar melodías de Led Zeppelin, Paco de Lucía y Radiohead, por ejemplo. Su atención a la música étnica es también constante. Además de interpretar un hermoso tema de origen armenio, el concierto se abrió y cerró con la famosa ‘Ciorcilia’ del folclore rumano.
Un último aplauso para sus propias creaciones, que él denomina ‘picos’, jugando con una jugosa anécdota en torno al jamón ibérico que descubrió al llegar a España.
Francisco Javier Aguirre