Francisco Javier Aguirre./ Comenzó su actuación presentándose en el escalonado patio de butacas negando lo que se había dicho por megafonía y considerando la mentira como un bien social. “Mentir es un arte y el arte es una maravillosa mentira”, dijo. “¿Qué sería de nuestras vidas sin la necesaria mentira que nos salva día a día de enfrentamientos, castigos, disgustos y hasta del temido aburrimiento…? ¿O quizás sea la propia mentira la que precipita nuestra existencia hacia un mundo calamitoso?”, continuó. “No hay respuesta segura, y la diferencia se encuentra en nuestra habilidad para manejar el bello arte de mentir. La más común de las mentiras es la que nos contamos a nosotros mismos y la que convierte toda nuestra vida en una pura comedia”, fueron sus palabras textuales.
Tras un breve conato de provocación cómica a la concurrencia, comenzó la función. Dos curiosas historias extraídas de sendos cuentos de Anton Chejov dieron pie a un divertido –y a veces disparatado– espectáculo teatral, con ribetes de comedia musical, o al menos de cabaret.
La partitura pianística del compositor Víctor Rebullida animó casi todo el trayecto escénico, en el que Tereza Polivka y Raquel Anadón acompañaron a José Luis Esteban en la hilarante sucesión de escenas de la obra. Dirigidos con acierto por Joaquín Murillo, autor de la dramaturgia, los actores pasaron revista a multitud de situaciones cotidianas con una escenografía que recordaba tiempos pasados y respetaba el origen literario y geográfico del texto, la vieja Rusia de la burguesía prerrevolucionaria.
También estuvo adecuado el ritmo, un tanto lento para la frenética celeridad con la que vive hoy, pero acomodado al discurrir apacible de los días en el ambiente que describe. La música de Rebullida, interpretada al piano por Tereza Polivka, ensambla perfectamente la acción. Los tres intérpretes mostraron ser también unos buenos cantantes.
Esta visión lúdica de la mentira, conducta que a todos nos alcanza de algún modo, y que ya se ha convertido en un uso social, no deja de tener su punto de reflexión. Es cierto que la mentira –sobre todo la llamada ‘piadosa’– suele evitar males pequeños, pero no lo es menos que la contumaz, y en temas importantes, provoca grandes desastres.
Francisco Javier Aguirre