Yolanda Cambra./ Cuando alguien me pide que les recomiende un libro de autoayuda que haya sido significativo para mí, suelo decirles que mis aprendizajes vienen de muchas partes: de personas que crucé una sola vez en mi vida, de un eslogan publicitario, del estribillo de una canción o una frase de película, de una enfermedad, del fragmento de una novela, del comentario de un niño…
Han pasado más de seis años y recuerdo como si fuese ahora el día que acompañé a mi madre a una de sus revisiones de oncología. El especialista le hizo una visita rutinaria y, cuando nos levantamos para irnos, me hizo una señal para que yo me quedase. Me dijo que no había más tratamientos para mi madre y que la declaraba en fase terminal. Aquel día entendí el significado de la expresión “Y el mundo desaparece bajo tus pies”. Tuve apenas tres segundos para recomponerme, antes de salir al pasillo, donde me esperaba mi madre, y recogerla con la sonrisa más amarga y falsa de mi vida.
Mi madre vivió cuatro meses más y ese periodo resultó ser un aprendizaje brutal. La responsable de cuidados paliativos hizo una labor estupenda, nuestras charlas me ayudaron muchísimo. Yo estaba rota por el dolor y obsesionada por saber cuánto tiempo le quedaba a mi madre.
Yolanda, no podemos saber cuánto le queda, pero hoy está aquí, hoy la tienes, mañana quién sabe… Abrázala, dile que la quieres, llorad juntas y despediros, arregla lo que tengas que arreglar con ella.
Aprende a ver la enfermedad como una oportunidad. Hay gente que pierde a seres queridos sin poder despedirse de ellos. La enfermedad de tu madre os da tiempo, un tiempo juntas que luego ya no tendréis. Aprovéchalo.
Tienes que vivir día a día. ¿Tú conduces, Yolanda? Yo hago mucha carretera y, a veces, me toca conducir con bancos de niebla. Empiezo a ponerme nerviosa, quiero ver lejos y la niebla me lo impide, doy las largas en un intento inútil de ganar visibilidad. Hasta que me digo a mí misma ‘Pilar, deja de hacer el tonto. Vuelve a poner las luces cortas y verás un metro delante tuyo. Cuando hayas avanzado ese metro, verás el siguiente… y así sucesivamente’ A veces queremos ver más allá, saber qué hay más adelante, anticiparnos… y no es posible. Así que sólo nos queda vivir día a día, metro a metro.”
Aquellos meses fueron algunos de los más duros de mi vida, por desgaste emocional y físico. Pero no puedo sino agradecer la experiencia, que me llevó a valorar cada instante de mi vida como si fuese el último. No sabía cuanto iba a vivir mi madre, pero, en realidad, ¿quién sabe cuánto va a vivir?
A mucha gente le sorprende la naturalidad con la que hablo de la muerte y lo poco que me asusta. Para mí, la muerte sólo es un cierre de ciclo y un proceso tan natural como el nacimiento. No me preocupa morir porque tengo la certeza de que he hecho todo lo que podía en este tiempo. Esa tranquilidad y satisfacción que teníamos de niños al ir al cole con los deberes hechos y las lecciones aprendidas.
Elisabeth Kübler-Ross, psiquiatra especializada en moribundos y cuidados paliativos, siempre decía que lo que más lamentan las personas a la hora de morir es no poder despedirse de sus seres queridos y no haber sido valientes y haberse arriesgado a más cosas en su vida.
Te propongo un ejercicio: Imagina que te comunican que te quedan 3 días de vida. Escribe en un papel las cosas que querrías hacer. La lista puede ser tan larga como desees. Cuando la hayas completado, empieza a ponerles fecha a cada una para cumplirlas.
“No tendrás otra vida como ésta. Nunca volverás a desempeñar este papel y experimentar esta vida tal como se te ha dado. Nunca volverás a experimentar el mundo como en esta vida, en esta serie de circunstancias concretas, con estos padres, hijos y familiares. Nunca tendrás los mismos amigos otra vez. Nunca experimentarás de nuevo la tierra en este tiempo con todas sus maravillas. No esperes para echar una última mirada al océano, al cielo, las estrellas o a un ser querido. Ve a verlo ahora.” Elisabeth Kübler-Ross.