Yolanda Cano./ Jax y Opie eran gatos que de un día para otro pasaron de vivir en la comodidad de una casa a verse en un tejado.La persona que los atendía tuvo que abandonar la vivienda en la que estaba de alquiler dejando en su interior a todos sus animales. Algunos fueron recogidos pero Jax y Opie pasaron desapercibidos y ahí se quedaron.
Cuando fueron descubiertos en el piso Opie fue tirado desde una ventana cayendo a un tejado de una vivienda inferior. Jax permaneció en la vivienda hasta que un día se atrevió a tirarse para reunirse con su hermano.
Manuela observaba la situación a distancia.
En el tejado malvivieron durante un mes sin agua y sin comida. Fueron días de lluvias y bebían el agua que quedaba encharcada entre los huecos. Manuela les lanzaba comida siempre que podía, ya que la oposición del vecindario a que los gatos estuviesen ahí la colocaba en una situación complicada.
No solo eran gatos que vivían sin cobijo en la intemperie de un tejado, que pasaban sed y hambre, además, eran acosados de forma muy violenta para que se marchasen. En la huida de una de estas agresiones cayeron a la terraza de otro edificio y es cuando ya se pudo acceder a ellos tras el aviso de Manuela.
La situación que nos encontramos fue impactante, estaban aterrorizados. Colocaditos uno encima del otro, inmóviles. A pesar de tener tanta hambre, no se atrevían ni a comer. El capturarlos fue complicado porque tenían muchísimo miedo.
Durante el primer mes Manuela les dio acogida en su casa. Por ese tiempo eran gatos estatua, apenas se movían pero salían disparados si te acercabas. Opie permanecía siempre metido dentro de una bolsa.
Costo muchísimo encontrar una casa de acogida indefinida para ellos. Muy poca gente quiere acoger a gatos adultos y menos aún gatos en este estado.
Y surgió Carla.
A pesar de no tener experiencia en gatos les hizo un hueco en su casa y en su vida y les dio lo que más necesitaban, amor y dulzura.Fueron meses de no poderlos tocar, que no permitían ni acercarse. Poco a poco fue descubriendo que eran gatos cariñosos y que disfrutaban de su compañía. También recobraron la salud y doblaron su peso.
Ya solo quedaba esperar y que alguien viese más allá de su edad. Son gatos jóvenes que tienen toda la vida por delante,la esperanza de vida que tiene un gato son 18 años. Pero solo las personas con compromiso de ayuda son las que quieren adoptar a gatos adultos.
Y de repente apareció esa persona, Pilar.
Jax y Opie viven con una familia espectacular. Aunque sorprenda, se sienten agradecidos por haberles podido adoptar. Son gatos que necesitan un poco más de tiempo que el resto para poder adaptarse a su nueva vida familiar, pero son conscientes y les dejan su espacio. Y aunque hace poco que conviven con ellos ya se están produciendo los primeros acercamientos y las primeras alegrías.
Desde Zarpa queremos hacer un reconocimiento a personas como Manuela, Carla y Pilar porque gracias a ellas conseguimos que animales como Jax y Opie puedan volver a la vida que nunca debieron perder.
