Fernando Gracia./ Se le atribuye a Cecil B. de Mille la frase siguiente: “Las películas deben comenzar con un terremoto e ir creciendo en acción”. Tal parece que Alex de la Iglesia guste de seguir este consejo, como bien hemos podido comprobar en su ya bastante nutrida carrera como cineasta.
Su cine suele partir de ideas con frecuencia bastante ingeniosas, que dan origen a situaciones y gags conseguidos mezclados por otros que no lo son tanto, y siempre rematan con apoteosis de acción, ruido y pirotecnia variada, con abundante uso de los efectos especiales.
Y esta su última entrega, “Mi gran noche” no es excepción a la marca de la casa. Solo que la pirotecnia, el desparrame, comienza ya desde el principio. Un comienzo frenético, alocado, en el que se nos presenta el rodaje de una gala de nochevieja, que como Vds.saben se graba unos meses antes con abundancia de figuración, que debe fingir que se lo están pasando de rechupete.
El guion se maneja entre una serie de historias entrecruzadas relativas al variopinto grupo de personajes que se reúnen en aquella suerte de aquelarre, donde solo faltan las brujas que sacaba en su celebrada – no por quien suscribe- penúltima entrega, las de Zugarramurdi. Vamos, que en esta ocasión no vuela nadie, aunque poco le falta.
Como figura central del batiburrillo aparece Raphael, en un personaje que viene a ser una suerte de parodia del divo, propuesta de la que el jiennense sale muy airoso, entregándonos una suerte de “malo” que va a resultarle de lo más agradecido para su currículo, y si no al tiempo.
Debo confesar que como no esperaba demasiado de la película, al contrario de muchos otros espectadores que tienen al director vasco en un altar, pasé un rato agradable. Disfruté de algunas ocurrencias, de algún buen gag, y no me aburrí, lo que no es desdeñable.
Es evidente que ni como guionista, ayudado por su compañero habitual en estas lides, Guerricaechevarría, ni como director de películas corales, Alex no es ni Azcona ni Berlanga, pero a veces tiene su gracia y suele conectar bastante bien con el público joven. No sé si lo será tanto en esta ocasión, ya que la sátira –muy obvia por otra parte- va más dirigida al público mayor.
Con una producción bastante cara, o a menos así me lo ha parecido, demuestra de la Iglesia que sabe manejarse bastante bien en el apartado técnico y que es un buen director de actores. Los personajes que éstos deben defender son estereotipos pero en líneas generales los sacan adelante con buen oficio. Mención especial a mi gusto para Terele Pavez, que se apodera de la pantalla desde el momento que aparece, interpretando el papel de madre de un muy acertado Pepón Nieto.
Si Vds. no esperan gran cosa, si el cine precedente de Alex les ha divertido, si son fans de Raphael, si quieren pasar un rato distraído de ritmo frenético, les puede interesar esta nueva entrega de barullo, ruido, efectos especiales y explosiones que nos propone el vasco. Si no concurre ninguna de estas premisas ya es otra cosa.
Soy de los que piensan que Alex no hará nada mejor que su “Día de la bestia”. Quizá se acercó en su “Comunidad”. Pero también opino que esta nueva entrega es mejor que otras anteriores –véanse “Muertos de risa”, con la que comparte ideas, “Balada triste de trompeta”, las mencionadas “Brujas de Zugarramurdi” e incluso “800 balas” que llevó a la ruina a más de uno-.
Su no demasiada ambición, siendo una limitación, acaba por ser beneficiosa para mi juicio final, ya que en absoluto pienso que tras su figura se encuentre lo que se entiende como “un autor”, simplemente un muchacho, aunque ya no tanto, juguetón y con ganas de cachondeo.
FERNANDO GRACIA