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Novecento: un monólogo luminoso

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Francisco Javier Aguirre./ Pero aquí no se trata de cine, sino de una obra de teatro, un monólogo original de Alessandro Baricco, que ha sido interpretado el pasado fin de semana en el Teatro del Mercado por Miguel Rellán, en versión y dirección de Raúl Fuertes.

Novecento es el apodo de un pianista excepcional que nació en un trasatlántico de los que cruzaban el océano entre Europa y América, el Virginian, y que durante toda su vida permaneció en él, sin descender ni una sola vez a tierra. Era un hombre con grandes dotes para el aprendizaje, suspendido entre el piano y el mar, que vivía a través de los deseos, experiencias y pasiones de los pasajeros del barco. Quienes lo escuchaban quedaban sobrecogidos por la magia de su interpretación, sin poder describir ni calificar aquella música. Llegó a medirse con Jelly Roll Morton, que se jactaba de ser el inventor del jazz. La derrota del presuntuoso fue absoluta, tras unas primeras confrontaciones con el ‘pianista del océano’ -es el subtítulo de la obra- guiadas por la modestia.

La historia de este singular personaje es sorprendente, enigmática y llena de poesía. Danny Boodman T.D. Lemon, nombre completo de Novecento, era acompañado por una banda de jazz, uno de cuyos componentes, el trompetista, interpretado por Miguel Rellán con una dicción clara, emotiva y nostálgica, conmueve con su relato, en un marco de máxima austeridad: el escenario vacío, en penumbra, con un foco que paulatinamente va disminuyendo de intensidad hasta significar la muerte entre heroica y enigmática del protagonista.

El título de esta crónica define la obra como un monólogo luminoso porque la oscuridad externa contrasta intensamente con la claridad interna del relato. Claridad por la decisión inquebrantable del personaje de seguir su camino, de mantenerse fiel a su destino, de dedicarse a la música como una religión, sin buscar el aplauso de las multitudes ni el reconocimiento de los expertos.

A lo largo del texto hay un canto permanente a ese viaje, penoso y hermoso al mismo tiempo, que es vivir. Y también un homenaje a la pureza del arte, que no debiera ser contaminado por intereses espurios, como sucede a menudo. ‘Novecento’, una pieza teatral que no necesita banda sonora ni música de acompañamiento, porque la lleva dentro.

 

 

Francisco Javier Aguirre

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