Fernando Gracia Guia ./ Las expectativas sobre una película cuando esta viene de ganar nada menos que la Palma de Oro en Cannes suelen ser altas. Al menos entre los buenos aficionados, a quienes el nombre de su director, Jacques Audiard, les hace esperar un producto de interés, no en balde es un hombre muy premiado en su carrera, escasa en títulos a pesar de brincar de sesenta años de edad.
El título que llega a nuestras pantallas, Dheepan, indica el nombre de su protagonista, un guerrero tamil que huye de la guerra civil que asola su país, Sri Lanka. Lo hace acompañado de una muchacha y una niña, haciéndose pasar los tres como unidad familiar.
Tras un breve e intenso comienzo, donde no se dan muchas explicaciones, aunque todo quede bastante claro, la acción se traslada a su país de destino, Francia, donde se pone en marcha la maquinaria de recepción de solicitantes de asilo político como refugiados de guerra.
La estancia en un suburbio donde son alojados supone el núcleo central de la película, lo que la hace entroncar en cierta medida con las dos últimas películas del director, que por cierto se pudieron ver en tiempo y forma en nuestra ciudad: “Un profeta” y “De óxido y hueso”. En todas ellas asistimos a la difícil adaptación a un medio que no era el habitual de los protagonistas. Lo que en la primera era un presidio y en la segunda aprender a vivir con un problema físico que condicionaba a la protagonista, en esta nueva ocasión es el manejarse en un entorno complicado, con personas provenientes de otras latitudes, sobre todo magrebíes, así como franceses confinados por problemas con la justicia.
Como suele ser habitual en el cine de Audiard, su narrativa es áspera, con pocas concesiones a la galería. Sin ser demasiado explícito y sin procurar que los espectadores tengamos empatía con los personajes. Hubiera sido muy fácil presentar una pareja de buenos tipos sobre los que sentir compasión ante la magnitud de su drama. Pero no es así, los huidos tienen muchos defectos, son desconfiados, egoístas en algunas ocasiones, son inequívocamente humanos.
Considero que estamos ante un trabajo alrededor del drama de la emigración francamente interesante, poco cómodo de ver, y que tiene como mejor virtud el que no resulta fácil adivinar por qué caminos va a discurrir el guion. Su final es discutible aunque perfectamente posible. Se puede hacer una lectura positiva sobre él, ya que a pesar de los pesares los protagonistas han llegado a la vieja Europa, y mal que bien esta acaba encontrando soluciones.
¿O habría que pensar que es Francia –ya saben, el chovinismo y todo eso- la que es capaz de encontrar alguna solución al tema?
Leo en algún sitio que el actor protagonista ha aportado vivencias propias al personaje, ya que fue en su juventud niño soldado en las filas tamiles y lleva años viviendo en Europa, donde ha hecho sus pinitos como escritor. Omito anotar su impronunciable –para nosotros- nombre, pero debo apuntar que su actuación resulta absolutamente creíble.
Si fueron justos o no en Cannes es algo que escapa de mi percepción, ya que ni estuve allí ni he visto y me temo que en muchos casos no veré las películas que le podían haber ganado. Si se espera que un filme ganador allí sea una obra maestra, olvídense. No me parece que esta lo sea ni que con el tiempo se le moteje así, pero sí me parece un título francamente interesante, aunque no sea precisamente comercial. Al menos, no deja indiferente y el director sigue demostrando que para bien o menos bien tiene personalidad.
FERNANDO GRACIA GUIA