Lorena Gonzalvo./ La vigilante del Louvre es la novela de Lara Siscar, uno de los rostros más conocidos de Televisión Española. La trama gira alrededor de tres mujeres cuyo hilo conductor es uno de los cuadros malditos del siglo XIX, ‘El origen del mundo’ de Gustave Courbet, que llevó una existencia casi clandestina durante más de un siglo y sufrió vicisitudes de todo tipo, es la primera novela de la periodista, que asegura que hasta ahora no había pensado en publicar pese a ser una lectora ávida desde la infancia.
¿Qué relación tienes con el arte para hablar en el libro con tanta soltura de tantas disciplinas distintas: música, pintura…?
Mi relación es intensa, desde el punto de vista del disfrute personal. No soy una entendida del arte, sino una apasionada. Como cualquiera, tengo afinidad por un tipo de música o por un artista en particular, lo que te mueve a bucear, documentarte… En definitiva, como persona curiosa que soy, querer aprender más sobre ello.
Y después, también aprovechar lo que te da la observación del arte. Más allá de que la obra en particular te resulte más o menos estética, sentir que se establece un diálogo cuando de verdad se contempla una obra de arte o se escucha una canción. No solo imaginar lo que estás viendo o escuchando, sino todo lo que hay alrededor: cómo se hizo, quién lo hizo y porqué.
En el caso de la novela, me causaba mucho interés el preguntarme quién era la modelo del cuadro ‘El origen del mundo’, porqué posó así. Me parece que al final es una relación natural de todos aquellos que disfrutamos de las diferentes expresiones artísticas.
¿Y porqué elegiste este cuadro en concreto? ¿Había causado en ti la misma impresión que sintió la protagonista del libro?
Ya conocía este cuadro y en su momento ya me impactó. Después, hace un par de años volví a verlo y me siguió removiendo. Me produjo incluso cierta sensación de violencia el contemplar esa imagen de un sexo femenino tan expreso. Y después empecé a preguntarme sobre esa reacción, la de una mujer normal al contemplar el cuadro y no poder evitar sentirse incómoda. En ese punto, decidí tirar del hilo y potenciar a ese personaje hasta el límite de lo creíble, que es lo que te permite la ficción.
¿Fue entonces también cuando se despertó tu interés por escribir una novela o ya llevabas pensando tiempo tirarte a la piscina literaria?
Sinceramente nunca había tenido en mente ser escritora. Soy periodista y siempre me he sentido plenamente satisfecha con mi trabajo, por lo que no sentía esa necesidad. Sin embargo, lo que también soy es una lectora indiscriminada y voraz. Y, en un momento puntual, de tanto leer se desarrolla cierto criterio que te hace desear ponerte a prueba.
Y entonces de repente, con este cuadro se me despertó la curiosidad y surgió el reto personal de conocer hasta dónde era capaz de estimular mi imaginación y plasmarlo en una novela.
El punto en común de las tres mujeres que dan vida a esta historia es el sentimiento de resignación al aceptar una vida que no les gusta. ¿Buscabas un mensaje de trasfondo?
No era mi intención que fuera una novela didáctica en este sentido. Más bien surge de manera natural, ya que creo que este inconformismo es un sentimiento universal. Todos hemos sentido en algún momento la necesidad de escapar y dar un giro a nuestras vidas y convertirlas en extraordinarias.
En el libro coinciden tres mujeres muy distintas en las que surge esa necesidad de pedirle más a la vida y desear exprimirla. Pero no busco un mensaje y mucho menos un alegato feminista. Son tres mujeres porque me cuadraba mucho más su reacción ante un desnudo de su propio sexo.
¿Y cuánto tienen de Lara Siscar?
Pues mucho más de lo que creía y de lo querría. No mucho de manera confesional, es decir, trasladando mis propias vivencias; sino que para que los personajes resulten creíbles y cercanos, he tenido que volcar mucho de lo que yo soy y de lo que querría ser. Quizá por esa razón son tres personajes tan distintos, porque encierran todas mis emociones, las reales y las imaginadas.
Si se basa en tres mujeres con una vida normal y no hay un delito ni un desamor por el medio, ¿cómo es posible captar el interés del lector sin esos ‘suculentos’ ingredientes?
Es ahí donde se encontraba la mayor de las dificultades. No quería una novela de grandes gestas, sino que buscaba un tipo de narración más cercano e intimista. Por eso, a la hora de enfrentarme a este reto personal y conseguir no aburrir al lector centrándome exclusivamente en unos personajes y sus vivencias, tuve que volcar toda mi emotividad, buscando incluso sensaciones en los actos más cotidianos, como llevar a tu hijo al colegio y descubrir que no le gusta el bocadillo de atún y como madre no lo sepas, como le ocurre a Diana, una de las protagonistas.
¿Porqué lo has situado en Francia?
Aunque en realidad el cuadro está en el museo D’Orsay, en París, la historia podría haberla trasladado a cualquier museo del mundo. Sin embargo, cuando yo imaginé el principio de esta narración, no se porqué razón, se me vino a la cabeza la Victoria alada de Samotracia, expuesta en el Louvre. Así que, dentro de la inseguridad del escritor que se enfrenta a su primer texto, a partir de ahí se convirtió en una especie de amuleto y de hecho aparece ya en la primera página.
Por tanto, a pesar de haberme planteado trasladar la historia en el Prado, no me atreví a renunciar a la Victoria y decidí quedarme en París, que es un marco maravilloso y muy cercano.
¿Y qué tiene la Victoria para que no quieras renunciar a ella?
¿Sabes cuándo algo te llega tanto que respiras diferente? Eso es lo que sentí cuando la vi por primera vez. No tiene más explicación que esa, es una respuesta totalmente emocional. Me quedé tan impactada que no soy capaz de expresarlo.
A pesar de ser tan joven, son muchos años ya de trayectoria profesional como periodista. ¿Ayuda de alguna manera haber conocido y tratado tantas historias personales y humanas a lo largo de tu carrera?
No me he inspirado en ninguna historia concreta, sino más bien de todo lo interiorizado por mi incesante curiosidad. Cuando eres una persona curiosa estás constantemente nutriéndote de información. Y si además eres periodista, esta necesidad es más fácil de cubrir, ya que la información te viene dada.
¿Ser una cara conocida puede ayudarte a vender más o eso es una leyenda urbana?
Como todo en la vida tiene sus pros y sus contras. Si que creo que ser una cara conocida despierta más curiosidad en el lector que acude a la librería sin tener muy claro qué quieren llevarse. Te ven, les suenas y si les caes bien, posiblemente quieran darte una oportunidad.
Sin embargo, la otra cara de la moneda es que también hay mucho prejuicio al respecto. Desgraciadamente, que tu cara salga en televisión te estigmatiza como literatura comercial a la que las editoriales exigen menos calidad, cuando no es así en absoluto.
Y ahora, una vez superado el reto de escribir un primer libro, ¿cuál es el siguiente paso? ¿Ya hay más retos en mente o esta novela será solo una anécdota?
Mi intención es continuar. De hecho, ya empecé a imaginar otras historias antes de publicarse ‘La vigilante del Louvre’. Y es que una vez que me vi capaz de sacar adelante el libro, el siguiente paso era crecer como escritora.
Me encantaría tener una segunda oportunidad, ya que en esta primera novela no tenía ninguna presión por publicar. Pero una vez que decidieron publicarla la responsabilidad es otra y, de hecho, ahora la escribiría de otra manera. Por eso quiero seguir escribiendo, para mejorar, para volver a probarme. ¡Otra cosa es que me compren!
Tenemos la costumbre de preguntarle al entrevistado por una buena noticia de la actualidad. ¿Cuál elegirías?
Lamentablemente, estos últimos días en los informativos nos hemos centrado en la situación de los refugiados. Pero si ha habido hueco para una buena noticia, para mi ha sido en el Premio Nobel de Literatura, la periodista bielorrusa Svetlana Alexiévich. Un buen modo de dignificar el periodismo literario y también de dignificar las historias de los que han tenido menos suerte en esta vida. Creo que para ellos este premio se ha convertido en un altavoz muy importante, abriendo camino a los periodistas que trabajan con vocación de calidad literaria pero muy apegados a la realidad del día a día.
Lorena Gonzalvo