Fernando Gracia./ Hay que hacerse una y otra vez a la idea de que lo que se nos cuenta está basado en hechos reales, porque de entrada no lo parece. Resultan duras de creer las andanzas de una serie de personas dirigidas por un tipo de apariencia amable, que controla hasta términos inimaginables a su propia familia. Viéndoles me vino a la mente una espléndida obra teatral de Alfonso Sastre, “La mordaza”, que a su vez se inspiraba en un caso real, el llamado “affaire Dominici”. Situaciones difíciles de creer, pero que existieron en realidad, ya que como tantas veces se dice, “la realidad llega más lejos que la propia ficción”.
Tras un arranque desconcertante, en el que el espectador tarda en situarse, la buena mano de Trapero nos va envolviendo en una historia propia del cine negro, tremendamente sórdida, que nos sumerge en un momento convulso de la vida argentina, en la que buen número de colaboradores de la dictadura andan buscando su acomodo en el nuevo país que se intuye.
El clan Puccio se dedicó a unas actividades delictivas que no eran sino la continuación de las que había efectuado su jefe años antes, en esa labor de “fontanería” propia de los regímenes dictatoriales. En el fondo lo que está contando el director, que firma también el guion, no es sino una suerte de metáfora sobre su propio país.
En estos últimos años hemos podido ver algunas obras de este joven realizador, uniéndolas a todas ellas un ánimo de crítica y una sensación de miseria moral. “Elefante blanco”, “Carancho”, “Leonera” o “El bonaerense” son algunos de estos ejemplos.
En todo momento la técnica narrativa de Trapero intenta alejar su obra de las formas habituales del cine norteamericano para tratar este tipo de filmes. Aunque el argumento nos pueda remitir a muchas películas, no es así su realización, abundante en planos secuencia, con uso de canciones pop como música de fondo –algunas de ellas francamente discutibles-, y un cierto tono sucio en el aspecto estético cuando se ruedan planos de acción, en contraste con la suavidad de los planos domésticos.
No se trata de un filme fácil ni mucho menos condescendiente con el espectador. Ayuda a su perfecta comprensión un cierto conocimiento de lo acontecido en el país hermano hace poco más de tres décadas. El guion no abunda en excesivas explicaciones y lo que en principio puede desconcertar y retrasar la inmersión en la trama acaba por ser una de las mejores bazas para acabar calificando la película como una de las propuestas más interesantes llegadas a nuestras pantallas desde el país argentino.
El personaje central está interpretado por Guillermo Francella, actor muy popular en su país, donde tiene fama de cómico. Su deriva en el cine me recuerda la de nuestro querido Alfredo Landa, que después de ser una estrella de cine cómico popular supo componer tipos duros o dramáticos de alto voltaje. A Francella le vimos no hace mucho en “Corazón de neón”, donde estaba espléndido interpretando a un tipo encantador que enamoraba a una hermosa dama que le sacaba muchos centímetros de estatura, ya que el hombre era realmente pequeño –cosas del trucaje cinematográfico-. Y también le vimos en un papel absolutamente contrario en la exitosa “El secreto de tus ojos”, con la que alcanzó múltiples galardones.
La mirada, la dicción, la “normalidad” de su personaje acaba dando realmente miedo. El talento del actor lo propicia. Como el del joven Peter Lanzani, que interpreta a uno de sus hijos, con una presencia y una fuerza que le hacen augurar grandes éxitos futuros.
En la producción de esta importante película colabora “El deseo”, propiedad de los Almodóvar. Un nuevo ejemplo del buen ojo de los hermanos a la hora de arriesgar su dinero.
Cabe recordar para final que es el título que presenta Argentina para los Óscar. Aunque creo que este año “no toca”.
FERNANDO GRACIA