Francisco Javier Aguirre./ Sandra, una madre dedicada a componer canciones para spots publicitarios, acaba de separarse de quien fue su pareja durante doce años. A pesar de que necesita acostumbrarse a que Ignacio, su ex marido, no esté para determinadas cosas, tiene que recurrir a él con frecuencia. Su postura de mantenerlo todo lo apartado posible, nace de que fue ella quien tomó la decisión de divorciarse. Pero tienen un hijo en común que causa frecuentes problemas en el colegio y fuera de él, lo que obliga a que intervenga el padre de una manera que no convence a la madre.
Ignacio es un broker que da a su trabajo absoluta prioridad, algo bastante ajeno a las aspiraciones de Sandra, para quien lo importante es saber estar en su sitio en cada momento y tener controlado a su hijo. Lo que para uno es importante, para el otro es una nimiedad, y en medio de ambos, Sergio, protagonista implícito de la obra y origen de todos los nuevos conflictos entre la ex pareja, que siempre derivan en enfrentamientos y sacan a flote viejas rencillas. Sin embargo, la complicidad entre ellos es evidente, se siguen queriendo, y en algunos momentos parece que va a producirse el reencuentro, que finalmente no ocurre.
Esta situación, tan frecuente hoy, queda plasmada en la comedia ‘De mutuo desacuerdo’, escrita por el novelista y dramaturgo Fernando J. López, interpretada por Toni Acosta e Iñaki Miramón y dirigida por Quino Falero. El Teatro de las Esquinas la ha ofrecido al público zaragozano durante el pasado fin de semana.
Los dos actores interactúan con eficacia, no en vano han trabajado juntos en otras muchas ocasiones. Los sucesivos encuentros a que se ven obligados por razón del hijo, prestan a la comedia un ritmo ágil, a veces frenético por los ataques de ira de la protagonista. Las escenas transcurren en dos ubicaciones distintas, la casa de cada uno, que están muy bien resueltas escenográficamente mediante el desplazamiento de un biombo central en el que hay empotrados diversos muebles.
La obra tiene indudable carácter cómico –a pesar de plantear una situación dramática–, sobre todo por las intervenciones de Iñaki Miramón, en un tono y con un lenguaje desenfadado en medio de la problemática que ha de afrontar. Esta problemática es la que induce también a reflexión y deja poso en el espectador, que indudablemente conoce de cerca, bien por experiencia propia o próxima, la dificultad de enfrentarse a situaciones como las que hay que resolver en la vida, a pesar de todo, de mutuo acuerdo.
Francisco Javier Aguirre