Rafael Castillejo./ Siempre que pasaba a verlo a casa de una vecina me parecía mágico. Me recordaba a Merlín, el mitológico mago de Camelot del que me había hablado alguna vez mi abuelo. Fueron bastante populares en muchos hogares durante los años de mi infancia y anteriores.
Debemos el invento a Agapito Borrás, natural de Mataró y, en realidad, se trata de un higrómetro que mide la humedad gracias a un pelo de caballo, según algunos, o de mujer eslava y rubia, según otros. Lo de la mujer rubia es porque dicen ser más sensible su cabello a los cambios de esa humedad que hace que varíe su largura y mueva el brazo del simpático fraile haciéndole señalar más arriba o más abajo su puntero que, al fin y al cabo, es el verdadero misterio de un artilugio que se sigue comercializando pero que, como es lógico, se cotiza mucho más si es original de aquellos años de nuestra infancia que si se trata de una simple réplica que puede adquirirse por poco más de veinte euros.
Para un correcto funcionamiento, se aconseja calibrarlo de vez en cuando con arreglo a sus instrucciones y no tenerlo en la cocina ni el baño, pues allí se encontraría con humedades provocadas por múltiples causas que podrían volver loco al fraile.
Casualmente, esta imagen nos muestra al fraile apuntando con su varita la casilla correspondiente al tiempo que nos acompaña estos últimos días de noviembre. Como decía al principio ¿qué tiempo hará mañana?.. El fraile te lo dirá. Yo que usted, me abrigaría.
Rafael Castillejo
www.rafaelcastillejo.com
Rafael Castillejo escribe en Facebook