Fernando Gracia./ Todas las temporadas nos llegan un puñado de buenas películas desde Argentina. Evidentemente son la punta de lanza de su producción, aquellas obras que sobresalen y pueden presentarse con éxito en los numerosos festivales internacionales.
Es el caso de la que ahora arriba a nuestras pantallas, Paulina, título utilizado en nuestro país en lugar del original, de difícil comprensión para nosotros, “La patota”.
Nos dice el supersabio Google que con esa palabra se conocen las pandillas juveniles, y precisamente unos jóvenes que se mueven en grupo son los desencadenantes de lo que le ocurre a una brillante joven que decide aparcar sus estudios para ser juez y se embarca en una especie de misión pedagógica.
Esta decisión con la que contradice el lógico deseo de su padre, también juez, le lleva a una zona rural que vendría a representar la Argentina profunda y deprimida, poblada de personas rayanas en la marginalidad no solo material, sino también moral.
La película es una nueva versión de un título famoso en aquellas tierras, que en 1960 protagonizaron Mirtha Legrand y Walter Vidarte, actor que terminaría sus días en España, donde recibió “curiosamente” un goya como actor revelación… a los 75 años.
Tras un comienzo con abundante diálogo, dominado por una larga secuencia en la que padre e hija dirimen sus diferencias de criterio ante la decisión de ella, la acción nos lleva hacia el poblado donde ella dará clases de formación política. Nada que ver con aquel F.E.N. que los que peinamos canas tuvimos que soportar tiempo ha.
Lo que parece en principio que va a ser una película más sobre los problemas que un docente tiene en una clase problemática, da un giro total al sufrir la protagonista una violación. Un hecho que desembocará en una serie de decisiones que conforman el cuerpo central del filme.
Paulina, la protagonista, afronta de una forma que puede ser tomada como poco habitual la situación que le ha llegado sobrevenida. Ella se siente en cierto modo culpable de pertenecer al lado cómodo y amable de la sociedad, en su afán idealista y redentorista toma unas determinaciones que chocan con el sentir de quienes le rodean y sobre todo con el de su padre.
Hay dos secuencias magníficas en la película en las que asistimos a sendos intercambios de opiniones entre padre e hija, de alto nivel dramático y de profundo contenido social, que funcionan perfectamente por las excelentes interpretaciones de Dolores Tonzi y Oscar Martínez.
Tuve la oportunidad de conocer en el festival de San Sebastián a esta actriz, recientemente vista en “Truman”, en sus comienzos estrella infantil y juvenil argentina y ahora convertida en una de las más importantes en su tierra. Solo pude hablar de ella de antiguas películas que llegaron a España cuando era muy joven –lo sigue siendo, poco más de 30 años-, como “Plata quemada”, y también del padre de sus hijos, Gael García Bernal. Le deseé suerte en sus próximos estrenos españoles y veo que no la va a necesitar, porque su innegable talento se va a imponer.
A Oscar Martínez lo hemos visto recientemente en “Relatos salvajes” y “El nido vacío”. En la película que nos ocupa viene a representar la lógica, el pensamiento de la mayoría de nosotros. Precisamente una de las mayores virtudes del filme, a mi modo de ver, es que interroga al espectador, no deja indiferente. No se trata de una película de rápido consumo y más rápido olvido. A poco que se profundice un poco nos daremos cuenta que estamos ante un filme en cierto modo provocador, nada cómodo para el espectador, ideal para uno de aquellos coloquios que teníamos cuando en otro tiempo íbamos a los cineclubs ya tristemente desaparecidos.
Del director, Santiago Mitre, no se le recuerda estreno alguno en España. Se trata de otro joven -33 años- a seguir, como Trapero o Larrain, aunque este sea de la vecina Chile. Una nueva bocanada de aire fresco que nos llega desde el cono sur y que los festivales premian como se merece: en Donosti se llevaron unos cuantos premios.
En una semana con pantallas llenas de artes marciales, dagas voladoras, mucho ruido y efectos especiales, un director argentino nos manda un producto para que reflexionemos. Ustedes mismos…
FERNANDO GRACIA