Alejandro Novella./ El tiempo parece pasar cada vez más deprisa. Ya nos avisaba nuestra familia cuando éramos pequeños que aprovecháramos cada instante, porque luego todo lo que no hiciéramos lo echaríamos de menos. Nuestra estancia en este mundo se complica conforme nos salen más canas.
Pero basta ya de ponernos melancólicos, y de convertirnos en un atrezzo para un ambiente bucólico. Es hora de dar un salto hacia delante, y sobre todo, organizarnos. La situación es complicada, el tiempo ahora poco acompaña, y los propósitos de nuevo año están a la vuelta de la esquina, pero ¿qué hay que hacer para que te dignes a levantar ese culo?
Disculpad mi subida de tono, no pretendía ponerme así, pero es que yo lo veo tan fácil, tan cercano. Ni falta que hace apuntarse al más completo, innovador, elitista y caro gimnasio, ni tampoco, de momento, es de necesidad imperiosa el tener acceso a un spa o una sauna, el deporte sobrepasa estos espacios. No es plan de criticarlos tampoco, que a todos nos viene bien el descanso del guerrero de vez en cuando.
El ejercicio está en todas partes, hasta en tu casa. Y no tienes que comprarte la mejor ropa de marca, u ochenta artilugios, lo principal en estos casos es tener predisposición. La voluntad por adquirir un hábito que puede cambiarte la vida, eso es, puede hacerte sentir más cómodo, y no hablo de cambios físicos sino de autosatisfacción.
Ser uno el que dé un paso y diga, ¡hoy sí!, por fin me lanzo a la aventura. Un recorrido que si aguanta un día, de poco servirá. La rutina para muchos es motivo suficiente para dejar de hacer algo. Es entendible, pero lo bueno del deporte es su variedad. Las oportunidades y el abanico de posibilidades que se te abren son prácticamente infinitos y perfectamente ajustables a lo que más te atraiga o convenga.
Desde nadar, a encerrarte en cuatro paredes a machacarte, a correr, coger la bici, echar una pachanga a lo que sea. Todo lo que se te ocurra, con tal de rebajar el porcentaje de sedentarismo de tu vida. Algo que en principio siempre cuesta, y que a la larga se agradece. Liberar toxinas, y hacer que fluya la adrenalina, y una buena ducha después de tanto desgaste, y a seguir por donde estábamos.
¿Qué te ha podido suponer esto, una hora al día? Pocas cosas se me ocurren mejores para invertir ese tiempo. Y tampoco me imagino una definición mejor, deporte es inversión. Un rato en plena práctica y el resultado es inmediato. Las endorfinas hacen acto de presencia con poco que les empujes a salir, y todos esos pensamientos que te podían estar perturbando, simplemente se convierten en fantasmas pasajeros.
Durante esos instantes, a veces eternos, no te da tiempo a pensar en más que en nada de lo que está ocurriendo ahí mismo, una experiencia de las pocas que lo consiguen y que no se puede desaprovechar. Además, lo bueno de esta práctica es que no estás solo, ni tampoco es una competición, lo normal y más beneficioso es formar parte de un grupo, no importa el tamaño, pero que sea afín a ti, y que, por lo menos, tenga los mismos objetivos que tú durante ese tiempo de deporte que vais a compartir.
También, y por qué no decirlo, el hecho de no ser tú mismo quien por voluntad propia decida hacer deporte, te hace no caer en tentaciones de dejarlo alguna vez. Todo son ventajas en este sentido.
Ya sea para relajar, para rebajar el estrés, para conocer gente, para respirar, para estar en forma, adelgazar, sentirte bien contigo, no aburrirte, tener mejor salud… los motivos no importan en este caso, y el objetivo tampoco debe hacerte desesperar, solo hay que disfrutar el camino, porque, gracias a dedicarle un rato al deporte, lo que vas a conseguir es ganar tiempo y eso escasea mucho.