Nerea Beatove./ Llevan cuatro años llenando de vida, de color, y sobre todo, de lana, la ciudad de Zaragoza. Ellas son Urban Knitting, y son las culpables de la gran invasión del ganchillo en nuestra ciudad. Una invasión que ha llegado hasta los rincones más insospechados. Desde las majas de Goya, la gran bola del mundo, el caballito de La Lonja, hasta los aparca-bicis de Plaza España o los candados del Puente de Santiago. Y es que, cualquier lugar es idóneo para estas expertas reinas del ganchillo.
Urban Knitting, que significa ‘Tejiendo la ciudad’, es exactamente lo que este gran movimiento, que ya se ha extendido por diferentes países del mundo, ha conseguido traer hasta nuestros rincones. Su fundadora es Montse Palacián, quién, después de ver un reportaje sobre las acciones que habían realizado las ‘ganchilleras’ de Valencia en 2011, decidió formar el primer grupo de tejedoras zaragozanas. “En aquel momento solo existía Urban Knitting en Bilbao, Barcelona y Valencia y pensé, ¿por qué no montarlo aquí?”, comenta Montse.
Decenas de flores tejidas flotaron en la simbólica Fuente de la Hispanidad aquel octubre. Flores que sirvieron para inaugurar la primera acción de Urban Knitting Zaragoza. Así, en manos de las más apasionadas del punto y el ganchillo, ahora, convertido en arte urbano, comenzó su andadura la cuarta agrupación en España, que, además, ha servido de impulso para la creación de otros conjuntos como el de UK Logroño, UK Cádiz, o UK Salamanca, y cuyo objetivo es sin duda disfrutar de la afición por la costura y sacar una bonita sonrisa a todo aquel que se encuentre con estas pequeñas y grandes creaciones.
Una afición con la que Montse ha disfrutado desde que era muy pequeña. Tanto, que confiesa no recordar el momento en el que cogió por primera vez la aguja y la lana, “Todo el mundo dice que se acuerda de cuando cogió el ganchillo, yo no recuerdo ni cuando cogí el ganchillo ni cuando cogí las agujas, sé que era muy muy pequeña. A los 9 años, recuerdo que ya sabía hacer punto o petit point. Es como si hubiera nacido conmigo”.
Han tejido kilómetros y kilómetros de lana desde que empezaron con acciones que han sorprendido aquellos paseantes que, por casualidad, han dado con alguna de sus obras. Los cañones de Glorieta Sasera, que vistieron un ropaje animado y colorido, el caballito de La Lonja, recientemente convertido en unicornio, o la exposición ‘La ciudad Tejida’ del Centro de Historias, donde realizaron una pequeña representación de dos lugares emblemáticos del barrio de La Madalena han sido algunos de sus trabajos más reconocidos.
Pero sin duda, la acción que supuso un antes y un después para UKZ fue la de la Calle Libertad, un tapiz de unos 50 metros cuadrados tejido gracias a la colaboración de ganchilleras de todo el mundo. “Era muy colorido. Reflejamos en una parte la tristeza y las penas y en la otra alegría. Y la misma lana reflejaba eso. La verdad es que a la gente le encantó. Incluso hemos salido en un libro de texto francés con esa calle”, explica Palacián.
Grandes piezas de arte urbano que suponen además, un gran esfuerzo de sus creadoras. “Lleva muchísimas horas, pero es algo que nos gusta, lo hacemos para divertirnos y que los demás disfruten de ello”, asegura su fundadora.
Los paseantes deberán de ser observadores, y estar bien atentos, porque la lana, tal y como aparece, puede desaparecer, ya que todas las actuaciones tienen lugar en el espacio público y por tanto, que se mantengan a la vista depende en gran medida, del respeto ciudadano. “Estas navidades con la acción del caballito, hubo cantidad de gente que protestó porque lo habían roto. Hay mucha gente que valora lo que hacemos, pero es lo que tiene el arte urbano, que es efímero”, afirma Montse.
Y aunque los colores de la lana consiguen levantar las suspicacias de aquellos que se llevan estos adornos, también despiertan las pasiones de los viejos olvidados. “Buscamos llamar la atención sobre lugares concretos. Con los cañones de Glorieta Sasera, hubo muchísima gente que nos dio las gracias porque ya no se acordaba de que existían esos cañones. Y cantidad de gente se hizo de nuevo fotos allí”, explica Palacián.
Los paseantes deberán de ser observadores, y estar bien atentos, porque la lana, tal y como aparece, puede desaparecer, ya que todas las actuaciones tienen lugar en el espacio público y por tanto, que se mantengan a la vista depende en gran medida, del respeto ciudadano. “Estas navidades con la acción del caballito, hubo cantidad de gente que protestó porque lo habían roto. Hay mucha gente que valora lo que hacemos, pero es lo que tiene el arte urbano, que es efímero”, afirma Montse.
Y aunque los colores de la lana consiguen levantar las suspicacias de aquellos que se llevan estos adornos, también despiertan las pasiones de los viejos olvidados. “Buscamos llamar la atención sobre lugares concretos. Con los cañones de Glorieta Sasera, hubo muchísima gente que nos dio las gracias porque ya no se acordaba de que existían esos cañones. Y cantidad de gente se hizo de nuevo fotos allí”, explica Palacián.
Urban Knitting Zaragoza también pone su granito de arena en la colaboración con otras organizaciones donando parte de sus trabajos para ayudar a los que más lo necesitan. Así, donaron por ejemplo mantas para animales, regalos para El Refugio o la recaudación de dinero con la venta de bufandas y gorros para Alba, una niña con cáncer.
En cuanto a su próximo proyecto, tendrá lugar en el mes de mayo, y aunque no han querido revelar demasiada información, todo apunta a que se trata de una acción reivindicativa sobre una enfermedad desconocida por la sociedad.
Ganchilleras y amantes de la lana, siguen buscando nuevas aficionadas que junto a ellas, continúen inspirando el cambio hacia una ciudad más alegre y viva, que pasea y sonríe, a la vez que disfruta de arte urbano, con mucho cariño.