Carlos Fernández / @karlos686. La directora de cine Paula Ortiz ha logrado que su nueva película, La novia, se convierta en la favorita de los próximos premios Goya con 12 nominaciones (también ha logrado nueve a los Premios Feroz-. Esta adaptación de Bodas de sangre de Federico García Lorca resulta ser un sensible viaje a la imaginación cinematográfica y a la articulación del alma humana.
Su directora es una zaragozana licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Zaragoza y máster en Escritura para Cine y TV de la Universidad Autónoma de Barcelona. Ortiz completó su formación en Nueva York y Los Ángeles, fundando posteriormente, en 201o, la productora Amapola Films junto a Kike Mora, Raúl García y Jesús Bosqued.
Con su primer largometraje, De tu ventana a la mía, ya fue nominada al Goya al Mejor Director Novel en 2011 y también ganó el Premio Pilar Miró ese mismo año en la Seminci de Valladolid.
Además de esta cinta, ha realizado el documental Relato de esperanza y los cortometrajes Para hacer una historia en cinco minutos, Saldría a pasear todas las noches, El rostro de ido, Fotos de familia y El hueco de Tristán Boj.
Ahora regresa a la gran pantalla con La novia, una película sobre la que nos habla en esta entrevista:
– ¿Leías a Lorca en tu juventud? ¿Dejo alguna huella en ti?
– Llegué a Lorca cuando era muy pequeña y de forma azarosa. Sí es cierto que mis padres, ya jubilados, eran profesores de lengua y literatura de instituto y de alguna forma llegó así también a mi vida con un camino facilitado por mis padres. Lorca ha creado mucho de mi forma de ser y de entender el mundo, me ha acercado a la naturaleza y a gran parte de mi imaginación.
– ¿Cómo y cuándo decidiste adaptar al cine Bodas de sangre?
– Tras acabar De tu ventana a la mía, yo consideraba, para mí, más atractivo, hipnótico, esencial… versionar Bodas de sangre en el cine (y que siempre deseé hacerla). Y también creo que es más necesario a día de hoy versionar esta obra, bueno, ésta y cualquier obra de Lorca. ¿Por qué necesario? Pues yo creo que estamos en un momento social, histórico y cultural de renacer de nuevo ciertas tragedias, porque éstas nos arrojan a las grietas de quienes somos, de quienes queremos ser y nos acercan a las grandes preguntas. Creo que son relatos imprescindibles los lorquianos y, además, son relatos que cristalizan, como Lorca sabe hacer muy bien, lo más profundo de los recovecos del alma individual y colectiva y de nuestra identidad.
– ¿Por qué hay tan pocas adaptaciones de Lorca al cine pese al poder visual de sus narraciones?
– Lorca es un autor con una potencia plástica, simbólica, emocional, ética y estética muy, muy fuerte. Va directo a la mente y al corazón de todos nosotros. Sin embargo, se ha intelectualizado a Lorca y eso nos lo aleja. Como si fueran textos que no nos pertenecen, propiedad únicamente de una órbita académica, y no es así. Cuando alguien se acerca a su poesía, sus obras o entra en nuestra película sale con un viaje profundamente intenso y vital. Si Lorca está ahí y es un clásico es por hablar de lo eterno. Eso siempre merece la pena.
– En La novia optas por una realización barroca y lírica de la obra cuidando al máximo todos los detalles y tratando de que cada escena agarre más que la anterior. ¿Eran esas tus intenciones?
– Sí. Quería ir a las pasiones esencialmente. A esas pasiones para, también, llegar a las pasiones de todos los espectadores. Lorca decía cuando se refería al duende que es “lo que todos conocemos pero todos ignoramos al mismo tiempo”. Eso es necesario, para eso sirven las historias, las películas, las obras de teatro… Quería captar todo lo que es su universo: la luna, el caballo, las canciones…
– La novia es una película muy valiente en la forma que has decidido plasmarla. Se la ve una película muy segura de sí misma y se ven las intenciones formales de dirección durante toda la cinta. ¿Tuviste el total control creativo tanto como lo parece?
– Sí, realmente sí. En eso tuvimos mucha suerte. Es una película muy artesanal, con unos recursos muy limitados y que ha costado el sacrificio y esfuerzo de un equipo muy fuerte. Éramos muy conscientes de lo que estábamos haciendo. Para contrarrestar la falta de recursos hemos tenido libertad creativa y creo que eso es imprescindible cuando te acercas a alguien como Lorca. ¡Él era un librepensador y el librepensamiento era, por tanto, un imperativo! A veces, por desgracia, acabas teniendo películas muy pequeñitas que no siempre llegan, pero merece la pena.
– ¿De dónde sacaste a Shigeru Umebayashi, compositor de las películas de Wong Kar Wair para hacer la maravillosa partitura? ¿Qué nos puedes comentar de toda la banda sonora?
– La banda sonora se pensó en dos niveles distintos. El primero es el de las canciones: las populares (las que ya pertenecen a la propia obra) y que son fundamentales en la forma de crear relatos para Lorca. Muchas de las canciones de la película aparecen en la propia Bodas de sangre, como La nana del caballo grande o canciones lorquianas como La tarara. También usamos el cantar llamado La nostra novia, que sin ser lorquiano conecta con esa manera de vivir popular, la fiesta, la celebración, el cuerpo, la vida, la unión… vivir la fiesta desde ahí con esa música y contrastarlo con una banda sonora más clásica y más profunda que ayudará a llevar el hilo de la tragedia (lo inevitable en las pasiones de los personajes y sus precipicios). Para eso planteé conseguir a Shigeru por ser el compositor que más admiro en ese ámbito musical tan lírico. De manera muy ingenua, contactamos con él para ver si le interesaba la película, pese a no tener muchos medios… y aceptó. Es un hombre que acepta los retos y los proyectos que le tocan de alguna forma ¡Y conocía a Lorca! Y vio nuestras imágenes, el desierto, la tierra…y aceptó. Ha sido uno de los procesos creativos en el que más he aprendido en mi vida y ha sido un privilegio.
– ¿Es difícil sacar el lado más tierno y salvaje de los actores como es el caso de esta película?
– Ha sido un esfuerzo muy fuerte, generoso y comprometido por parte de todos los actores. Se les exigía una presencia icónica lorquiana. La novia tenía que ser esa novia que todos hemos imaginado antes y además es la novia de todas las novias, y la madre, la madre de todas las madres. No son personas, son sublimaciones que, además, mucha gente ha imaginado. Se les exigía un control de la palabra poética de un texto muy delicado. No debía sonar ostentoso, debía sonar íntimo. Cerca de lo que los personajes sienten sin banalizarlo. No es un habla normal, es una palabra poética que debe iluminarnos. También, como has dicho, se le exigía esa visceralidad salvaje tan lorquiana. ¡Todo eso ha supuesto para todos un sobre esfuerzo físico, emocional e intelectual! Ese sobre esfuerzo ha sido un trabajo gigante por el que todos estamos muy satisfechos.
– ¿Qué se siente al ser favorita a los Feroz con nueve nominaciones y tener 12 a los Goya siendo también la favorita?
– ¡Estoy feliz! En estos tiempos invocar la palabra poética, su resonancia, y los mundos poéticos parece que no está de moda… Yo siempre he creído que eso no es cierto, creo que todos queremos unirnos a las grandes voces y a sus ecos, a esas fuerzas tan profundas que nos mueven por dentro. Todos queremos encontrarnos la forma de vernos reflejados ahí, porque lo que hace Lorca es hablar de algo que nos pertenece a todos, pero que no sabíamos nombrar. Eso provoca un goce, muy difícil de explicar, que parece que la esfera intelectual, como ya he dicho, nos lo aleja. Lorca es un autor muy humano y accesible para todos.
Carlos Fernández / @karlos686