Francisco Javier Aguirre./ La acción se sitúa en un país imaginario de Galaspy, situado en algún lugar de la Europa central eslava, entre Rusia, Eslovaquia, Hungría, Bielorrusia, Ucrania… ¿? donde un quinteto de músicos comediantes asisten a la transformación de su pequeño país (700 habitantes en total) en un gran supermercado, por decisión del presidente de la República. Este es el punto de partida, la declaración mercantil en la televisión nacional del mandatario galaspyano, interrumpida por las interferencias. A partir de aquí se suceden episodios cómicos y estrambóticos, alternados con canciones populares bellamente armonizadas y diversas piezas instrumentales de carácter folclorizante.
El espíritu zíngaro está siempre a la base, con una muy digna ejecución por estos actores-músicos que interactúan con el público en varias ocasiones con gran sentido del humor. Hay escenas muy logradas, como la elaboración de una tortilla a la española, pero incluyendo las cáscaras de los huevos; el manjar se reparte luego entre el público y los actores.
Joaquín Murillo al saxofón, Tereza Polyvka al violín y la acordeón, Luna Ochoa al violonchelo, David Ardid a la guitarra y Jean-Pierre Bailly a la guitarra manouche y el bombo, consiguen hacer disfrutar durante hora y media a un público entusiasmado y distendido.
A destacar la utilización de la mixtura lingüística como lenguaje galaspyano y la tarea de traductor al castellano de Jean-Pierre Bailly, con su característico acento, para hacer llegar al público los pasajes más intrincados de la conversación de los personajes.
Francisco Javier Aguirre