Diego Medina Ruiz.- Antonio Cánovas del Castillo diseñó una vuelta al statu quo anterior buscando el consenso de toda la oligarquía (ejército, iglesia, aristocracia y alta burguesía). Para ello en primer lugar pensó en volver a la monarquía borbónica una monarquía parlamentaria pero no democrática sino como órgano integrador de los estamentos poderosos, como nexo de unión entre las facciones más moderadas y conservadoras con las más progresistas, asumiendo por tanto un bipartidismo formal y añadiendo dentro del juego político a los militares, buscando sobretodo el erradicar para siempre los pronunciamientos militares. Todo ello ampliamente apoyado por las grandes fortunas industriales vascas y catalanas.
En 1974, en contra de los deseos de Cánovas, el general Martínez Campos proclama en Sagunto como Rey a Alfonso XII. A partir de entonces, Cánovas reunió a un grupo de notables para diseñar un sistema con una Constitución que, según Carr, era una mezcla híbrida entre las ideas moderadas de finales del S.XIX con el parlamentarismo británico.
Lo cierto es que la denominación de “Restauración” más que a hacer referencia a la vuelta de la monarquía borbónica lo que realmente se restauró fue el orden estamental anterior adaptado a los nuevos tiempos. Simplemente, al antiguo estamento de los privilegiados (clero y nobleza) se les unen nuevas clases acomodadas de terratenientes, industriales, banqueros y caciques. Era el paso lógico en un país en el que no habían triunfado las revoluciones burguesas, en el que la industrialización estaba aun en lento desarrollo, con un latifundismo extremo y con tres cuartas partes de la población analfabeta. Hubo estabilidad política pero al servicio de un 5% de la población.
El sistema se basaba en dos partidos mayoritarios, el moderado (Cánovas) y el liberal (Sagasta). Cada uno gobernaba hasta que el de la oposición del momento lo consideraba razonable. Acudían al rey y éste convocaba elecciones. Ninguno gozaba del favor del monarca, como sucedía con Isabel II.
Para poder votar había que ser varón, mayor de 25 años y contribuir con unas rentas anuales que estaban al alcance de muy pocos de manera que el cuerpo electoral era bastante reducido y suscrito a la órbita de esta oligarquía. Con posterioridad, en 1890, el sufragio pasó a ser universal masculino sin embargo el resultado no cambiaba nada porque el fraude electoral era una práctica ya arraigada.
Por un lado estaban los dirigentes (ministros, senadores, diputados, gobernadores civiles…) y por otro las oligarquías locales (aristocracia, terratenientes, empresarios…) ambas unidas por la misma extracción social, parentesco, negocios. De modo que los primeros en Madrid y los segundos en provincias controlaban los resultados de cada circunscripción usando como nexo entre los dos al gobernador civil. El gobierno elegía al gobernador civil y este a su vez a los diferentes agentes locales para llevar a cabo las acciones que fueran necesarias ya fueran compra de votos, alteración de las papeletas, pucherazo, coacción, etc. para que saliera como diputado la persona elegida de antemano. Las administraciones locales se subordinaban a los intereses de los partidos predominantes en la provincia de turno.
El sistema canovista comenzó a hacer aguas a finales de siglo por propia madurez.
- El envejecimiento y muerte de los dos protagonistas (Cánovas fue asesinado en 1897) que significó en pugnas internas por sucederles causando inestabilidad en los partidos.
- El ascenso de la oposición republicana y carlista de antaño que denuncian la obsolescencia del régimen.
- La crisis finisecular y la pérdida de las últimas colonias afectó gravemente al país porque no se había llevado reforma agraria alguna y la industria estaba muy focalizada, con mucho capital extranjero y muy centrada en las materias primas y mercados coloniales. Las pérdidas económicas que sufrieron por ello las industrias vasca y catalana fue alimento para el crecimiento de los nacionalismos periféricos.
- El auge del movimiento obrero. Aparecen con fuerza las organizaciones obreras de tinte socialista y anarquista y por añadidura las luchas por los derechos sociales y laborales.
A estas causas se unieron otras como la Guerra de África y desórdenes sociales (Semana Trágica) la incapacidad absoluta para gobernar de Alfonso XIII heredada de su padre y abuela… que fueron gestando un clima adverso hasta que estalló con la crisis de 1917.
Diego Medina Ruiz