Fernando Gracia./ La biografía es un género narrativo largamente utilizado tanto en literatura como en cine. En este se acostumbra a llamar “biopic”, que parece sonar más fino, y raro es el año que no nos llegan unos cuantos a nuestras pantallas.
La de esta semana nos habla de Steve Jobs, el creador de Apple, el de los ordenadores y otras herramientas multimedia bajo el nombre de Mac, un hombre que no falta quien define como uno de los más importantes de los últimos años del siglo pasado y de los primeros del presente.
Cuando uno se dispone a ver una película que hable de un creador como este, donde se supone una alta concentración de diálogos tecnológicos, lo primero que se plantea es si no se reducirá su interés a aquellos espectadores muy impuestos en estos asuntos.
Y debo decir de entrada que aunque se habla, y mucho, de términos informáticos, no por ello puede resultar perfectamente comprensible, ya que están expuestos en un guion francamente bien conseguido que lleva la firma de Aaron Sorkin, una de las plumas más cotizadas de la industria americana del entretenimiento.
Sorkin fue también el guionista de “La red social”, película con la que pueden establecerse claros paralelismos, aunque pienso que la que ahora nos llega se mueve en un terreno más dramático, al penetrar en la compleja personalidad de Jobs, un tipo brillante, soberbio, orgulloso, tenaz, irritante a veces, marcado por una infancia difícil, todo un reto que encuentra en la piel de Michel Fassbender el vehículo ideal para transmitirnos tan compleja personalidad.
La película logra en el capítulo interpretativo sus mejores bazas. El actor irlandés, que ahora mismo podemos ver también en su impresionante Macbeth, es posiblemente uno de los mejores actores que transitan por las pantallas mundiales. Quien suscribe aún le recuerda en su tremenda interpretación de un preso del IRA en huelga de hambre en el filme “Hunger”, que nunca llegó a nuestras pantallas. Desde esa irrupción no he podido sino admirarle en cada una de sus presencias, como “Doce años de esclavitud”, “Shame”, Slow West o el Shakespeare más arriba citado, entre otras.
En una interpretación que le valdrá una nominación al Oscar y puede que el premio final, a pecho descubierto, sin el plus que le da el maquillaje en su interpretación del Macbeth, nos acerca a esa figura controvertida que al parecer fue ese visionario de la manzanita.
No se quedan atrás Kate Winslet, excelente en su rol de colaboradora fiel y eficaz, y un Jeff Daniels que bien podría ser tenido en cuenta para premio de actor de reparto.
En la película se habla mucho y deprisa, y reconozco que más de un espectador se puede desenganchar. No ha sido mi caso y pueden creerse que no es la informática mi fuerte y por si fuera poco siempre he utilizado los sistemas de la competencia. Simplemente me ha convencido la propuesta porque me ha acercado al personaje, a la persona, no se ha limitado a ser un mero documental. Que, por cierto, ya se hizo no hace mucho.
A priori no parecía Danny Boyle el director más idóneo. Un hombre que ha transitado por una carrera harto desigual, desde su impactante “Transpotting” que le dio a conocer hasta su Oscar por “Slumdog millonaire”, sazonado por el camino con unos cuantos fracasos y una cierta indefinición estilística. En esta ocasión utiliza un estilo grandilocuente, menos reposado que David Fincher en la película sobre los fundadores de Facebook, pero que funciona correctamente.
Pienso que es una película que debería gustar a los más jóvenes, aunque solo fuera por estar más familiarizado con el lenguaje informático, pero que puede interesar a personas menos duchas en el mismo, ya que funciona aceptablemente como drama moderno.
FERNANDO GRACIA