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El hijo de la novia

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El hijo de la Novia. teatro de la Esquinas

Francisco Javier Aguirre.– Poniendo sobre las tablas ‘El Hijo de la Novia‘, la excelente cinta de Juan José Campanella que fue todo un éxito de crítica y público porque narraba una historia sencilla que llegaba al corazón, Garbi Losada –que además dirige el espectáculo– y José A. Vitoria apuestan fuerte. Se arriesgan a que el espectador, que aún guarda en su memoria los entrañables personajes que interpretaron Ricardo Darín, Héctor Alterio, Norma Aleandro, Natalia Verbeke y Eduardo Blanco, establezca una comparación de la que no salga airosa la propuesta. Pero no ocurre así. El directo es el directo.

La recreación de la trama, ahora en carne y hueso, a través de Juanjo Artero, Álvaro de Luna, Tina Sainz, Dorleta Urretabizkaia y Mikel Laskurain ha sido todo un éxito.

Este elenco de actores ya lo presagiaba, y así ha podido comprobarse en las tres sesiones ofrecidas en el Teatro de las Esquinas, el pasado fin de semana.

Manteniendo el hilo central de esta comedia amable, que más bien puede considerarse un drama tierno, se desarrolla la conocida historia familiar de los Belvedere, trasladados ahora de Argentina a España, en un juego geográfico que no traiciona la esencia de la obra.

La historia de Rafael (Juanjo Artero), heredero de sus padres Nino y Norma al frente del problemático restaurante Belvedere, se cruza con el regreso de Juan Carlos, viejo amigo de la infancia que, a pesar de la desgracia sufrida, ha conseguido rehacerse y aporta su rayo de luz a la situación. Los conflictos en que vive Rafael con su ex mujer e incluso con su actual pareja, Nati, a quien interpreta con cierta rigidez Dorleta Urretabizkaia, son atenuados por el amigo, que realiza una intervención troncal a lo largo de la obra. Lo personifica Mikel Laskurain, que se desdobla oportunamente interpretando a Tacho, el camarero del restaurante. Álvaro de Luna, representando al anciano Nino, hace una magnífica pareja con Tina Sainz, en el papel de Norma, la madre enferma de Alzheimer. Están en su papel, con sus recursos, ella más volcada a lo cómico y estrepitoso que a lo sentimental.

Una escenografía muy oportuna, que juega con el pasado y el presente, sirve de marco a la acción que se desarrolla con cierta lentitud, como queriendo resaltar la dimensión de los sentimientos que proyecta la obra.

 

Francisco Javier Aguirre

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