Fernando Gracia./ Se puede considerar como otro subgénero cinematográfico el de las películas que narran investigaciones periodísticas de hechos impactantes para la opinión pública. El cine americano ha sido muy proclive a practicarlo, con éxitos como “Todos los hombres del presidente”, sobre los míticos periodistas del Washington Post que destaparon el Watergate.
Pocas diferencias estructurales podemos encontrar en “Spotlight”, donde el asunto en el que hurgar es el silencio de la Iglesia católica de Boston respecto a una serie de abusos sobre menores acaecida a lo largo de un buen número de años.
El género no parece a priori como propicio para grandes experimentos cinematográficos, y así lo entiende el director Thomas Mac Carthy, que se maneja de forma canónica para desarrollar una trama sin grandes sorpresas, pero siempre interesante por la envergadura del tema tratado.
Con un ritmo rápido y cortas secuencias de aire policial, asistimos al proceso de investigación de cuatro periodistas que forman un equipo específico dentro del periódico “The Boston Globe”, que se ocupa de seriales sobre escándalos varios.
Diálogos bien construidos, comentarios irónicos y la propia fuerza del asunto hacen que la película se vea con interés, aunque su impacto sea mucho menor que el de “El club”, la película de Pablo Larrain vista hace unos meses, que también trataba el asunto de la pederastia en miembros del clero.
No incide demasiado el guion sobre el asunto crematístico, aunque se mencione. Y me consta que en este asunto y en otros similares que hemos seguido por la prensa, no fue precisamente tema baladí. El filme está más interesado en el propio desenvolvimiento de los periodistas, que abordan este asunto como bien podrían haberlo hecho respecto a otro.
Como historia sobre el funcionamiento de una redacción funciona correctamente. Ni muestra nada nuevo ni suena a falso, como en otras películas. Si en su lugar hubiéramos visto el de un grupo policial la diferencia apenas hubiera existido.
Es evidente que la película está reservada a personas adultas y bueno sería no llevar ideas preconcebidas respecto a la clerecía y a la religión, aunque me temo que esto sea realmente difícil. En un momento del filme un personaje distingue con precisión la diferencia entre el sentimiento religioso y la institución en sí misma en tanto en cuanto está formada por seres humanos, y por tanto, falibles.
El director, del que recuerdo haber visto en nuestra ciudad “The station agent”, con el pequeño actor Peter Dinklage, ahora tan popular por “Juego de tronos”, y la inquietante “The visitor”, resuelve con dignidad la papeleta y despacha una película correcta formalmente, que además es del tipo que gustan en la Academia norteamericana.
Bien el amplio elenco, a veces un tanto excesivo en muecas y movimientos corporales, seguramente para darle ritmo y “normalidad” a sus actuaciones, con Michael Keaton, Mark Ruffalo –nominado por esta actuación-, Lev Schreiber y Stanley Tucci entre ellos.
No es para echar las campanas al vuelo desde el punto de vista cinematográfico, pero es de evidente interés por el grave –y ¡ay!, tristemente cierto- asunto que trata. Y si además como espectadores les gusta poder opinar antes de la entrega de los Oscar, ya tienen un motivo para verla.
FERNANDO GRACIA