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‘Gertrudis la rata’

12494806_997422680321057_6994665023733757930_n-2Francisco Javier Aguirre.-  Se trata de una parábola de largo alcance que intenta poner de manifiesto la inconsciencia y la incoherencia con la que a menudo vivimos los humanos. La pieza narra la historia de una pareja de ratas que malviven en las alcantarillas y de una pareja de mendigos que sobreviven en un plano superior, pero sólo topográficamente superior. Los animales, humanizados por la reflexión y el habla, tienen los mismos problemas que los mendigos. Unas y otros comparten sus miedos, ansiedades, alegrías, decepciones, ilusiones y esperanzas.

Ambas parejas repiten el esquema del macho idealista y soñador frente a la hembra realista y productiva. Pero todos los individuos, de una y otra especie, corren los mismos peligros. Y disfrutan de las mismas sensaciones positivas. Porque, a pesar del enfoque dramático del argumento, hay resquicios para la alegría y el humor. Aunque son pasajeros, porque finalmente se impone la tragedia: el poderoso aplasta al débil.

No hay una lección moral explícita en el texto, pero cualquier persona medianamente reflexiva puede reconstruir el retrato de una sociedad injusta, enfocada en el consumo y el derroche, que desprecia a quienes no alcanzan su estatus, por situación o por convicción.

A pesar de que las ratas no son animales que despierten especial simpatía entre los humanos, sino más bien todo lo contrario, estos dos ejemplares que deambulan por el escenario mostrándonos sus miserias, sus aspiraciones y sus valores, acaban despertando la simpatía del espectador. Lo mismo que sus correlativos, los mendigos, cuya situación conmueve e induce a la ternura.

Las interpretaciones de Iñaki Díez y Ana Roche son sobresalientes, sobre todo cuando se disfrazan de ratas. Hay que resaltar el excelente diseño de expresión corporal realizado para ellos por María Conde. La alternancia de situaciones obliga a los dos actores a estar casi todo el tiempo en el escenario, con muy breves pausas para cambiar la situación por medio de efectos luminosos y sonoros. Su desdoblamiento permanente implica un notable esfuerzo interpretativo, del que salen muy bien parados, realizando un trabajo intenso e impecable.

 

Francisco Javier Aguirre

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