Francisco Javier Aguirre.- Recuperando algunos datos de su historia, sabemos que las primeras interpretaciones se realizaron a finales de los años 70 por grupos universitarios no profesionales, que en enero de 1987 se ofreció en Madrid con el mismo elenco que en Milán, y que al año siguiente fue traducida al inglés y representada en el Theatre Royal Stratford East, en Londres. La obra provocó tal escándalo, que se formularon dos consultas en el Parlamento y algunos de sus miembros pidieron eliminar las subvenciones al teatro. Como hecho singular, hay que recordar que hace un año, en febrero de 2015, se presentó en el Teatro Real de Madrid una ópera basada en el texto de García Lorca con música de Mauricio Sotelo.
El contenido de ‘El Público’ es complejo. El autor pretende enfrentar al espectador con los dos tipos de teatro, el burgués o ‘teatro al aire libre’ y el drama auténtico o ‘teatro bajo la arena’, es decir, la falsedad contra la verdad. Lorca utiliza el recurso del ‘teatro dentro del teatro’, que ya habían empleado otros dramaturgos europeos, pero va más allá intentando provocar una reacción visceral en la gente.
Al contemplar la obra, el público puede adoptar dos posturas: dejarse llevar por las imágenes, las palabras y las metáforas literarias, o hacer trabajar su razón para que les ayude a encajar las ideas que llueven como tormenta sobre el escenario e inundan la sala con sus explosiones sonoras y visuales. La segunda de las posiciones está condenada al fracaso, porque el lenguaje utilizado es más lírico y simbólico que narrativo, lo que impide configurar mentalmente un argumento típico. De ahí la complejidad de esta propuesta escénica, que ha de aceptarse como un torbellino y permitir que arrastre juicios y prejuicios hasta crear una realidad nueva, ajena por completo al concepto ordinario de las cosas.
García Lorca entra a saco contra el conformismo y lo establecido, considerando que uno de los mayores problemas para la renovación del teatro es precisamente el público, ese público burgués y convencional que solo aspira a entretenerse y rechaza cualquier intento de renovación. El público al que se refiere es también aquella parte de la sociedad que se escandaliza de las que él llama ‘verdades inocentes’. Son verdades inocentes la homosexualidad, uno de los elementos que provocó su asesinato, la honestidad, el desnudo, la sinceridad, el amor, el compromiso y la muerte. Todas ellas, de un modo desordenado, provocativo y complejo que el espectador puede, o no, degustar y digerir, constituyen el contenido de ‘El Público’.
Este montaje original e impactante, dirigido por Alex Rigola y servido por 13 excelentes actores, propone un viaje sensorial, sensitivo y racional al mismo tiempo, que permite adentrarse en la entraña de uno de los escritores más prodigiosos de nuestra literatura, al mismo tiempo que nos induce a profundizar en el auto-conocimiento.
Francisco Javier Aguirre