Diego Medina Ruiz.- El éxodo rural aragonés se dirigió en su mayoría a Barcelona o Madrid tanto en estos albores de la industrialización como el que a su vez fue el más importante de los años 50 y 60 del S.XX.
A las empresas dedicadas a los excedentes del campo se van añadiendo otras nuevas. Harineras, metalurgias, fábricas de jabón y de alcoholes… En un principio, en la subida de Cuellar, a lo largo del Huerva por la actual calle Asalto y el Camino de Las Torres. También en la ribera del Gállego, al final de la Avenida de Cataluña.
Al principio, el plan de ordenación urbano se centró en urbanizar el casco urbano, más que establecer un plan de ensanche como en otros lugares porque la Iglesia había sido dueña durante siglos de numerosas propiedades (Paseo Independencia, plaza Los Sitios…) y tras la desamortización se convirtieron en solares intramuros ideales para la construcción de viviendas, por ello los primeros esfuerzos se destinaron a urbanizar esas huertas, solares y trazar nuevas calles. Cuando a finales del S.XIX ya se hizo necesario avanzar extramuros (Gran Vía) por el crecimiento poblacional y también por cuestiones de espacio e higiene, las industrias se fueron mudando hacía el extrarradio
Y donde estaban las industrias allí estaba el ferrocarril. Averly o Mercier, por ejemplo, en el Campo del Sepulcro donde llegó el ferrocarril de Madrid. Azucareras y Harineras a lo largo de la línea del Norte, en la margen izquierda. En San José no muy lejos de la Estación de Utrillas…
Hoy en día a la ciudad la circundan multitud de polígonos de naves prefabricadas. Insulsas y todas iguales. Son fruto de la funcionalidad, están diseñadas para servir a la empresa que sea, igual da a lo que se dedique. Sin embargo, antes no era así. La fábrica se proyectaba y se construía mirando exactamente a las necesidades concretas de la empresa a la que iba a albergar. Tenemos por ejemplo, las fábricas de tipo falsas de pisos. Por fuera, parecen un edificio de plantas pero en realidad por dentro son diáfanas. Las ventanas están para dar luz y la altura se debe a la necesidad de contener los silos y la maquinaria para hacer el azúcar.
Hoy día muchos de esos edificios han desaparecido. Las instalaciones de la Harinera Solans fueron abandonadas y se fueron deteriorando lentamente hasta que a principios del S.XXI se derruyeron para construir pisos urbanizar la zona de la calle Bielsa. Como curiosidad, en el proceso se abrió paso desde esa calle hasta la de Sobrarbe, la comarca del Viejo Aragón a la que Bielsa pertenece. Justo al lado pervive la bonita factoría de las Galletas Patria, obra inicial del genial arquitecto Félix Navarro, autor también del Palacio Larrinaga o del Mercado Central. Sobrevivió como concesionario de coches y ahora su futuro en pie queda garantizado porque ha sido catalogado como edificio histórico.
También desaparecieron la Harinera Villarroya y Castellano, en su lugar están los edificios de “Cobasa” y de los molinos del Camino del mismo nombre sólo sobrevive una harinera, en estado de abandono.
Este tipo de edificios merecen formar parte del patrimonio tanto como iglesias o palacios. Son el símbolo de una época y además, tienen belleza artística. Junto a las nuevas técnicas de construcción (uso de vigas de hierro, el ladrillo…), los arquitectos embellecían las fachadas con estilos modernista y neogótico entre otros. Tenemos inmuebles de gran belleza como la antigua fábrica de chocolates Orus y no hay que olvidar que fueron diseñados para ser prácticos por lo que su reutilización en otros usos es factible, véase por ejemplo el magnífico Matadero de Ricardo Magdalena, la sede de Zaragoza Activa en la Azucarera de Aragón o la misma Harinera Morón al final de la Avenida San José. Desaparecieron muchos pero estos edificios se han salvado pero hay otros que no han tenido tanta suerte y otros en los que está en nuestra mano hacerlo.
La antigua fábrica de Giesa se va a conservar pero está todavía Averly. El caso de está fundición no es meramente antiespeculativo, de gente que intenta evitar el enriquecimiento de un constructor. Se trata de una villa-factoría (otro de los estilos) y muy pocas quedan en pie en el mundo. Aparte, dentro se guarda parte del pasado zaragozano. Allí están todavía los moldes que se emplearon para hacer estatuas y farolas, entre otras cosas, que adornan la ciudad.
Recomiendo a los lectores que si deciden pasear por la ciudad se acerquen a sitios como avenida Cataluña y admirar la fábrica de galletas, la antigua casa del director de la Azucarera o la Azucarera misma. También lo que queda de la Imperial de Aragón (junto al canal), la harinera Morón, el Hotel Orus, el antiguo Matadero. Huellas de otra época en la que lo artístico se unía a lo funcional y que siguen listas a seguir prestando servicio.
Diego Medina Ruiz